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La decisión del operador de televisión de renunciar a la retransmisión de las dos ferias principales que restan de la temporada, la de San Miguel sevillana y la de Otoño en Madrid, anunciada por sorpresa esta semana, y los motivos aireados en el comunicado al efecto (en esencia, la insostenibilidad económica del proyecto) suponen un nuevo golpe a la Fiesta, ya de por sí perjudicada por el ninguneo descarado del Gobierno, representado en el primer ministro de cultura antitaurino de la democracia, lejanos ya los tiempos de apoyo a la manifestación cultural más del pueblo que se conoce.
Fue un error, un inmenso error, que los toros dejaran de ofrecerse como un paquete más dentro de la oferta del mayor operador de contenidos televisivos en España, Movistar Plus. Un error de cálculo, motivado por unas expectativas comerciales muy lejanas a la realidad del negocio y todo lo que le rodea (la alusión expresa al pirateo denota más ingenuidad que otra cosa…); y un error estratégico, al despreciar la cobertura técnica y comercial que ofrece Telefónica, y su propia configuración como empresa líder en el sector, española (cuestión nada baladí), bien conectada con el poder político, donde la cultura taurina, pese a sus inevitables detractores, cuenta con un campo mucho más abonado para su pervivencia. Siempre será mucho más fácil defender la presencia de los toros como un producto de entretenimiento, magníficamente producido además, dentro de una oferta plural y heterogénea, que hacerlo en solitario, ofreciendo el producto en paquete único, jugándoselo todo a una carta en un mercado incierto y del todo desconocido.
En una sociedad cada vez más global y digitalizada, el sostenimiento de los espectáculos públicos, también los toros, pasa necesariamente por su difusión en televisión. Tanto más cuando las subvenciones ni están ni se le esperan, y el apoyo prestado por las cadenas públicas (ahí está Canal Sur) es muy de agradecer, pero manifiestamente insuficiente para lo que se trata. Nada de esto, por lo que parece, fue advertido por nuestros taurinos, para quienes la televisión no era más que otra parte de la tarta que no estaban dispuestos a compartir. Ahora, cuando el toro manso de las pérdidas amenaza con volver al corral, a ver quién es el valiente que lo devuelve al ruedo. Aunque mucho me temo que, como la Fiesta misma, ya sólo falta que le coloquen las banderillas negras.
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