¿Qué hacemos con ‘la basílica’?

11 de marzo 2025 - 03:08

Los antiguos alumnos de Portaceli recordarán que uno de los territorios cuyo acceso estaba rigurosamente prohibido durante el recreo eran los restos del frustrado proyecto de la Basílica de la Milagrosa. Aun así, como era de prever, siembre había un grupo de malotes que encontrábamos allí el campamento base de nuestras fechorías escolares, una especie de bosque de Sherwood donde compartir la hermandad de la rebeldía. Antes de la construcción del parque y la Avenida de la Buhaira, aquellos restos –invadidos por cardos, espinos y todo tipo de malas hierbas– tenían un cierto aire a ciudad precolombina abandonada y olvidada. Sin embargo, sus orígenes eran mucho más modernos y se remontaban a principios del siglo XX, cuando los jesuitas y Aníbal González concibieron construir una gran basílica neogótica que rivalizaría en tamaño y altura con la Catedral y que acogería la imagen de la Inmaculada Milagrosa, que hoy se encuentra en la capilla del Cristo de las Fatigas de la iglesia de San Lorenzo. Los problemas de financiación y la muerte de Aníbal González hicieron que el propósito fuese, finalmente, abandonado. Como recuerdo, quedó un enorme basamento de ladrillo visto y cemento que nunca fue derruido, ni siquiera cuando se hizo ese gran proyecto transformador que fue el parque de la Buhaira, el cual debería haber conservado el cervantino nombre de Huerta del Rey, pero era época de alcaldías andalucistas y lo moro vendía mucho.

“La basílica”, que era como llamábamos a aquellas ruinas, fue reutilizada a principios de este siglo para montar un restaurante que tuvo cierto éxito como lugar de celebraciones, pero que terminó cerrando. Aún hoy, si se mira en Google Maps, se puede contemplar su gran planta de cruz latina, apuntando en diagonal a la Avenida de la Buhaira. Si prefiere hacer una visita sobre el terreno, el paseante se dará cuenta de que el conjunto está vallado, lamentablemente abandonado y lleno de basura, una prueba más de la desidia a la que ya estamos acostumbrados en cuestiones urbanísticas.

Lo cierto es que los diferentes ayuntamientos no han sabido qué hacer con los restos de aquel delirio neogótico de Aníbal González cuando en Europa ya se imponían los criterios arquitectónicos de la Bauhaus. Pero es hora de darle una solución para evitar que se convierta en un muladar y criadero de ratas. Reutilización o demolición (su valor patrimonial es muy escaso), pero algo. Es hora de dejar de mirar para otro lado.

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