Cansado

20 de diciembre 2025 - 08:00

Ni Faemino, ni Javier, sino yo. Ya voy notando el desgaste que provocan los años, camino del quinto piso de vida, y los meses van pasando incomprensiblemente rápidos, pero, a la vez, pegándose a los riñones como losas. Vivo el tiempo deprisa, sin apenas descanso, víctima como soy de esta era multitarea que nos ha tocado sobrellevar. Después de una cosa viene otra; tras un proyecto, otro; tras un fracaso, otro fracaso; de vez en cuando, algún éxito… Pero siempre adelante, anhelando una parada en el camino que nunca llega.

A mitad de diciembre uno no piensa en nada más que en morirse. Simbólicamente, claro está. Terminar el año a toda costa, a ser posible sin dramas familiares ni cuñados salvapatrias, de esos que arreglan el mundo a golpe de orgullosa estupidez. Pasar página de lo vivido para dejar la puerta abierta a esa absurda esperanza de la última uva. Antes tenían pepitas, justo para recordarnos que por mucho que deseemos mejorar siempre habrá obstáculos que superar, masticar y escupir con la lengua áspera. Ahora las uvas ya vienen sin huesecillos y han perdido su significado de lo dulce y lo amargo de la vida. Una pena, porque solo esperamos alegrías perennes; y de tantas expectativas vienen nuestras decepciones. Nos falta realidad.

Lo que decía. Que en diciembre todo son agujetas, ojeras y ardor de estómago. Mi mente ya no da para mucho más, y eso se está notando en este artículo. Voy cuesta abajo y sin frenos, solo quiero dormir, taparme en la mesa camilla hasta el cuello, entornar los ojos mientras miro alguna pantalla y, por favor, que no haya ruido alrededor. Pese a todo, creo que jamás me he sentido más activo, eficiente, despierto y rápido. Es como si mi mente se rebelara ante las mermas de mi cuerpo y siguiera considerándose joven, creando sin parar, pensando sin pausa, consumiéndose por puro agotamiento sin respiro alguno, consciente de que seguir ese ritmo es la única vía posible para no caer en la noche oscura del alma.

No concibo otra forma de mantenerme cuerdo que rozando la locura; no entiendo de caminos si no hay veredas por las que escapar; no permito que yo mismo me sabotee claudicando a la desidia; no tolero quejas, y menos aún lamentos que provengan de mi pereza… Trabajar, dejar un legado, trascender al año que termina, avanzar al año que comienza, esa es mi única brújula desde hace tiempo. Y, aunque cansado, sigo entendiendo mis días como espacios que llenar de experiencias, emociones, pensamientos y palabras. Si no es para morir cansado, ¿para qué vivir? Piénselo, merece la pena continuar. Ya descansaremos...

stats