El caso Sánchez

29 de noviembre 2025 - 03:07

Se han dado el testigo otra vez. Cerdán sucedió a Ábalos como secretario de Organización del PSOE cuando Pedro Sánchez castigó la mala vida de éste sin denunciarla y sin dejarlo en la estacada. Ahora Ábalos ha recorrido el camino inverso: el juez lo mandó a Soto del Real una semana después de que Cerdán saliera de allí tras cinco meses de estancia. La misma cárcel que acogió en su día a Luis Bárcenas. Otro que tal.

Junto a José Luis Ábalos, cómo no, Koldo García, su mano derecha y su mano izquierda así en el sustancioso Ministerio de Transportes como en la Secretaría de Organización del PSOE, gestionando contratas ya desde la pandemia y mucho más acá, ablandando voluntades, llevándole las cuentas, administrando ingresos y gastos y organizándole sus compañías íntimas.

Los dos compinches estaban preparados para la prisión provisional. Tanto que acudieron a la sede del Tribunal Supremo pertrechados con las mochilas reglamentarias y sembrando primeras advertencias aquí y allá sobre lo que podrían largar si los enchironaban (reunión con Otegui en un caserío, Begoña y Air Europa, el uso de la vivienda ministerial de Yolanda Díaz...).

¡Qué vista la de Pedro Sánchez! En ocho años de mando ha puesto digitalmente al frente de la organización política que patronea –por voluntad de los militantes, que conste– a dos individuos que han terminado provisionalmente en la cárcel por corruptos y se antoja bastante probable que la habiten de forma más estable cuando sean juzgados. A Ábalos, encima, lo eligió como portavoz de la moción de censura que descabalgó a Rajoy precisamente por las corrupciones del PP y en defensa de la decencia imprescindible de la gestión pública. Ha resultado ser el hombre más inadecuado al respecto.

La mala suerte de Sánchez es que los citados Ábalos y Cerdán y el sombrío Koldo le han acompañado desde la primera hora en su aventura política. Es literal: viajaban en el Peugeot en el que Pedro recorrió España en su campaña para ganar las primarias socialistas al viejo aparato ya perdedor del PSOE. El cuarto pasajero era él. Y lo curioso es que en todos aquellos días y noches frenéticos y apasionantes no logró escuchar una palabra, interpretar un gesto o advertir una actitud que le revelasen la auténtica condición de sus compañeros.

Hacen falta estómago, apetito insaciable de poder y narcisismo patológico para no querer asumir que este embrollo no es el caso Cerdán, ni el caso Ábalos ni el caso Koldo. Es el caso Sánchez.

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