Chefchaouen

07 de junio 2025 - 08:00

Jaén son cuatro calles; todas cuesta arriba. Y si algo aprendemos nada más nacer en esta ciudad es que todo lo que bajes luego tendrás que subirlo, de ahí que siempre busquemos la ruta más cómoda para llegar a nuestro destino, lo cual es una gran enseñanza para afrontar los problemas de la vida, aunque no estemos para enseñanzas cuando vamos con la lengua fuera. Como eternos Sísifos, cargados de nuestras losas internas, deambulamos por callejuelas, avenidas y recodos, en busca del terreno más llano y sombreado posible, con tal de soportar mejor la dureza de vivir a los pies de un cerro y al abrigo de un castillo.

Desde hace siglos el jaenciano de turno ha venido esquivando ese cansancio acercando su hogar al templo mayor que representa la Catedral; pero con la caída de las murallas que acordonaban la urbe cual Jericó, las huertas a extramuros se fueron poblando en busca de la planicie hasta llegar a la expansión actual. Ya no había ataques e invasiones que temer y la ciudad se abrió a campo abierto en pro de una comodidad más horizontal.

Las distancias fueron incrementándose paulatinamente hasta que la aparición del automóvil y el ciclomotor permitió acortarlas de nuevo sin necesidad de sudor ni dolor de piernas, aunque pagando el precio de la contaminación. Era tal la utilidad de estos vehículos que el jaenciano se acostumbró a ir a todas partes sentado sobre ruedas con tal de evitar las escaladas, inevitables e innecesarias a partes iguales. La flota de autobuses solo trajo más tráfico y humo negro con el que calafatear las fachadas, porque nadie quiso renunciar al privilegio de lo privado, y como remedio sostenible se propuso un tranvía insostenible a día de hoy para, al final, contemplar con asombro la supremacía del patinete sobre el resto de medios de transporte.

Mantiene Jaén por ahora la escala humana y ello es fruto de la ausencia de un turismo salvaje que la infle cual burbuja y la exprima cual esponja, por lo que aún sigue siendo agradable residir aquí. Pero, por desgracia, el modelo urbanístico que se está planteando va más encaminado al capitalismo que a la capitalidad de la provincia. Es decir, una amplia red de centros comerciales en la periferia donde solo se puede acudir quemando gasolina; un centro inundado de terrazas y negocios hosteleros; celebraciones de macroeventos y un largo etcétera de delirios de grandeza con alma de parque temático para esa nueva adolescencia que va desde los 15 a los 55 años de edad, mientras el casco histórico se pudre en silencio plagado de solares y despoblación.

Y de repente, por si fuera poco, nos encontramos esta semana con la transformación de la localidad en Chefchaouen, la ciudad azul… De un plumazo, gobierno municipal y oposición se han puesto de acuerdo en incrementar las plazas de aparcamiento regulado, la famosa zona azul, escudándose en la futura implantación de la Zona de Bajas Emisiones. ¡En Jaén, que son cuatro calles! Y el incremento no es poco, pues pasa a duplicarse, amén de un religioso aumento de precio. Quedan, así, esas cuatro cuestas que conforman la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jaén, pintadas de un rentabilísimo color añil o índigo (según prefieran ustedes, que a mí todos esos tonos me parecen el mismo), lo que nos condena irremediablemente a volver a sufrir caminando el desnivel de ese manto arrugado y escarpado que es el plano de Jaén. Disfruten lo votado y, en este caso, lo no votado también.

A veces (bueno, todo el rato) me pregunto si se prefieren las mareas de turistas y las olas de gente a la tranquilidad de los residentes, pues estos últimos parecen molestar a quienes deberían garantizar su permanencia en el padrón, lo cual ya viene sucediendo en ciudades tan cercanas como Granada. Cuando ya no quede nadie viviendo en estas poblaciones con afán expansionista vendrán los lamentos y le echaremos la culpa al de siempre, al de fuera. Pero mientras eso pasa o no, los nativos tendremos que buscar nuevas formas de alpinismo. Al final, nos veremos todos en patinete; menos los políticos, que seguirán yendo en coche oficial por donde les plazca.

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