Del Gran Eje a la Alameda
José Luis Marín Weil
Jamones robados
Aveces dicen que es importante centrarnos en mejorar la vida cotidiana y olvidar los grandes proyectos, por los numerosos problemas concretos de los barrios y zonas de Sevilla. Y es lógico. Para el ciudadano, la ciudad representa su espacio más cercano. Es a través del día a día como apreciamos los problemas y carencias de nuestra ciudad. Es en la calle y en el barrio, donde tiene lugar el encuentro entre la gestión de los gobernantes locales y las necesidades de todos nosotros. Pero creo que una ciudad moderna tiene que atender necesariamente de una manera equilibrada tanto a lo cotidiano (limpieza, circulación, seguridad, vivienda, etc.) como los grandes proyectos (Metro, Plan de Ordenación, Plan Estratégico, etc).
Pero la cuestión es, cómo participan los ciudadanos en todas esas decisiones y proyectos, más allá de las votaciones de cada cuatro años en las urnas municipales o en las alegaciones a los procesos administrativos, como los planes de ordenación urbana. Y ahora, además, vemos que la ciudad se desarrolla más por proyectos concretos y menos por planes generales, que quedan pronto desfasados y la ciudad se transforma a pesar de todo ello. Hay multitud de temas en marcha que se aplican en cuestiones muy locales, de barrio, pero que tienen trascendencia en toda la ciudad. La remodelación del Benito Villamarín, la plaza de las Herrerías en la Casa de la Moneda, la utilización de la Plaza de España para grandes conciertos, la remodelación de los terrenos del Puerto, etc….
Para eso la democracia en la ciudad tiene que funcionar. Más allá de la simple elección de representantes, abarcando la participación activa de los habitantes en la toma de decisiones que afectan su vida cotidiana. Es un proceso complejo, pero no imposible. Otras ciudades españolas han mejorado mucho en esa dirección. Conozco de primera mano el caso de Vitoria-Gasteiz, en la que estudié los programas funcionales de los centros cívicos y es un excelente ejemplo de ciudad que destaca por la profundidad de su estructura representativa. Han institucionalizado la participación a través de un entramado de órganos consultivos y de asociaciones, que permiten que la voz de los vecinos se escuche de manera constante: con órganos de colaboración a nivel de barrio, sobre los temas que afectan a su área específica y con órganos ciudadanos sectoriales (por ejemplo, en temas de medio ambiente, servicios sociales o movilidad). Y además un Consejo Social del municipio que representa a todos los órganos de participación y se encarga del debate y la propuesta sobre grandes materias y proyectos estratégicos con repercusión social. Y por supuesto con un presupuesto participativo que se llama Vitoria-Gasteiz Mejorando a través del cual la ciudadanía decide en qué gastar una parte de los recursos municipales. Sé, es posible y funciona.
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