Viva Franco (Battiato)

Javier González-Cotta

Desvarío bajo el sol

18 de junio 2025 - 03:08

Domingo. Calor severo. Exterior día. Los domingos al sol uno circula con su utilitario en horas ardientes por intersecciones y amplias avenidas y tiene la sensación de que el asfalto caliente presenta la misma materia pegajosa y titilante de la que están hechas las noches tropicales del insomnio y del pésimo dormir. Apenas si hay coches circulando. Se ven pocos nativos andando sobre aceras sin arbolado o cruzando por desabridos pasos de cebra en arterias concebidas para entornos funcionales. El calor crea su propio constructo y tiene su estética reconocible. La Sevilla del calor africano se resume en la hojarasca reseca y volandera de los plataneros que se acumula en bordillos y sucísimos alcorques.

Circular en coche en horas de sobremesa por la ciudad vacía es una experiencia del gusto de los raros. Asimismo, andar por la calle bajo el tórrido sol nos da una identidad propia a quienes hemos nacido aquí, en la urbe a la que Zaragoza le ha dado el ya célebre sorpasso. Sonará a cosas de un tronado, pero el calor homicida nos da libertad para desvariar a la carta. A eso de las cinco de la tarde camina uno, por poner, desde Marqués de Nervión hasta la Florida y la larga e insobornable calle Luis Montoto no ofrece sombra alguna bajo la feroz solana. Se agradecen los goterones que caen de los aparatos de aire acondicionado y nos dan en la coronilla o en el cogote. Frescor marca Sevilla. Quien dice Luis Montoto dice también alguna que otra travesía despiadada, de esas por las que uno va a pie bajo el calorín y te da puntos como nativo legítimamente empadronado. Entre mis favoritas cuento la travesía José Galván Merino hacia el colector de San Jerónimo o la avenida Juan Pablo II junto a las desoladas campas de la Feria.

Andar bajo olas de calor te hace caer en alucinaciones llevaderas. El sol alcanza un punto viscoso, como el que aplasta los desiertos de Marruecos en la película Sirat. Es también como el Solen del cuadro de Munch. A veces lo imagino sobre mí como el llamado sol de mayo de la bandera argentina con sus treinta y dos rayos. Incluso, como previa al Corpus, lo imagino como esa especie de sol consagrado que ilustra el cartel del Junio Eucarístico, inspirado en el barroquísimo ostensorio de San Juan Nepomuceno de la Catedral. Si es por desvariar, aún quedan julio y agosto.

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