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Martín Lorenzo Paredes Aparicio
De caraduros y caraduras
La Barqueta
Como ciudadano que peina ya canas desde hace años y que ha vivido intensamente la política no militante, uno tiene la esperanza de que los jóvenes de hoy sean los gobernantes serios y responsables de mañana. Pensaba lo mismo hace cuarenta años y estamos viendo cómo es nuestra clase política actual. Da vergüenza ver le televisión, escuchar la radio o abrir un periódico: broncas, insultos, descalificaciones, corrupción, bulos y puñaladas traperas. Es lo que hay. Sigo pensando que no es bueno que los políticos protagonicen la vida diaria en los medios, porque esto contribuye al alejamiento de los ciudadanos, por cansancio y hastío. Prueba de ello es que los ciudadanos, quizá por contagio, estamos tan quemados que también nos peleamos en las redes sociales, donde nos insultamos, nos descalificamos y nos damos machetazos diariamente.
Tengo buena memoria y no recuerdo una clase política tan poco preparada y más sucia que la actual. ¿Qué futuro nos espera en este país, el nuestro, si los jóvenes con aspiraciones políticas se miran en este espejo manchado de roña? ¿Y qué periodismo vamos a tener en las próximas décadas si los jóvenes de ahora ven cómo grandes periodistas, o famosos, son lameculos del poder? Cuando estaba en los andamios, en los setenta, escuchaba hablar del periodismo como un colectivo de auténticos héroes, de personas que daban la vida por contar la verdad, denunciar las injusticias y el abuso del poder. Eso me hizo querer ser periodista, sin tener siquiera el certificado de estudios primarios porque tuve que abandonar el colegio a los 12 años para llevar el pan a casa. Lo pedí, el director del colegio me lo negó y me dijo algo que me confundió: “Serás toda la vida un desgraciado”. Soy de aquella Andalucía: la de los desgraciados sin cartilla de escolaridad.
Escuché hace unos días en un reportaje televisivo en la calle, de uno de esos periodistas a los que van a echar del Congreso por “agitadores”, cómo una señora decía que votará siempre a la izquierda y, en concreto, a Sánchez. Me recordó eso de “soy del Betis manque pierda”. La señora daba unas razones que me espantaron, sinceramente, porque sin espíritu crítico una sociedad no puede quejarse de tener una clase política como la que tenemos, de estiércol hasta el cuello. Sánchez está consiguiendo lo que se propuso cuando llegó al poder con engaños y juego sucio: que aceptemos la corrupción como algo inevitable, lo que deja claro por qué millones de personas siguen votando al Partido Socialista, a pesar de llevar la traición y la corrupción en las tripas desde su mismo nacimiento. ¿Qué futuro nos espera? Con este presente, se lo pueden imaginar.
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