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Thomas Mann transmitió en su novela Los Buddenbrook un testimonio ejemplar del ascenso, logro y decadencia de un negocio familiar. Además, la novela cobró mayor vuelo porque tras la llamativa evolución de la saga familiar descrita, los sociólogos y economistas descubrieron que había una profecía implícita, como revelaron estudios realizados a raíz de la publicación de la obra. Constaron, con números en la mano, que un negocio basado en el poder exclusivo de una sola familia no perduraba más allá de tres generaciones. Y en pocos casos, este vaticinio, justificado, una y otra vez, a lo largo del tiempo, ha podido ser desmentido. Así, pues, la lectura de Los Buddenbrook les hubiera convenido a muchas familias bodegueras jerezanas, que durante dos siglos habían provisto a su ciudad de una atmósfera tan rentable como peculiar y exclusiva. Sin alejarla, por otra parte, de su determinante vinculación con la vida andaluza. Esas familias, en muchos casos de origen extranjero, a partir del cultivo de las viñas y crianza del vino crearon una cultura propia que se proyectó en todas las vivencias jerezanas. Gracias al modelo de funcionamiento comercial impuesto por aquellas sagas de apellidos, se recubrió con una mitificada aureola a lo que, en su origen, solo era un negocio. Lograron llevar sus vinos a lejanos rincones, bendecidos, además, por una literatura generosa que se prodigó en cantar sus ritos y virtudes. Pero esas familias no percibieron que, como profetizó Thomas Mann, las últimas generaciones ya no aciertan a la hora de mantener los logros anteriores. Y así, una vez más, en estos días, el último exponente activo de una de estas viejas sagas reconocía públicamente una débil fisura en su funcionamiento económico. Este apercibimiento simbólico confirma de nuevo el fin de una época: la del poder de aquellas tradicionales familias bodegueras, de cuyo primer impulso creador ya solo queda el recuerdo. Ojalá, este anuncio convoque a un nuevo Thomas Mann que analice y cuente –provisto de razonables autocríticas– qué ha motivado estas decadencias. Quizás así se pueda recuperar la antigua imagen de un vino que, a pesar de desaciertos en su comercialización, mantiene íntegro el valor que le prestan sus viñas, elaboración y crianza en el marco jerezano.
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