España como problema (y parodia)

26 de junio 2025 - 03:09

Hasta ahora, considerar a España como problema era un deporte estrictamente nacional, algo que quedaba entre nosotros, una manera de pasar el tiempo de nuestros intelectuales, desde Laín Entralgo (el título de esta columna está inspirado en uno de sus ensayos más famosos) hasta Unamuno, al que le dolía la patria como a otros les duelen las muelas o los juanetes. Pero desde la cumbre de la OTAN de La Haya, todos son conscientes de nuestro viejo soniquete: “España es un problema”, al menos para nuestros aliados occidentales, los únicos que tenemos si no queremos quedar en la órbita de la amable China, como a algún histórico prócer de los derechos civiles le gustaría.

Vale que Trump es un macarra y un iliberal a la altura de un secretario de Organización del PSOE, pero es inevitable olfatear en el antitrumpismo más radical ciertos resabios del viejo (viejísimo) antiatlantismo de nuestra izquierda cuando oficiaba de quinta columna de la URSS en las democracias occidentales. Lo cierto es que Pedro Sánchez, que sería capaz de sobrevivir en Marte sin cantimplora, ha encontrado en esta nueva versión tuneada y azucarada del viejísimo “no a la OTAN” un nuevo salvavidas para su complicadísima situación política interna. Olvídense de la paz o de cualquier otra razón más o menos razonada y razonable. Lo más triste es que todo esto, la patética automarginación y rebeldía adolescente de Sánchez (y por tanto de España) ayer en La Haya, se ha diseñado para atornillarlo al poder. El mundo y Europa viven uno de los momentos más complicados de las últimas décadas y a Sánchez solo se le ocurre montar este teatrito para recuperar apoyos en la izquierda. En la OTAN no lo olvidarán fácilmente.

Tuve un tío, tinerfeño guasón de puro palmero y whisky, que a la hora de hacer las fotos de las reuniones familiares les decía a los novios de las primas que se pusiesen en los extremos de la imagen, para que así se pudiesen recortar cuando el romance llegase a su fin. Ayer, en la foto de familia de la cumbre de la OTAN, Sánchez parecía uno de esos enamorados cuyo futuro es desaparecer de la foto (y con él, España). Y no por defender nuestra soberanía frente a Trump o por la paz mundial, sino por intereses puramente personales y partidarios. España, además de un problema, se ha convertido en una parodia de sí misma. Esta es otra de las grandes herencias del sanchismo.

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