Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Alejandro Sanz no canta flamenco como Rosalía, pero tiene verso y compás, y de esa guisa le ha contestado a Alberto Núñez Feijóo cuando el líder del PP ha puesto en duda los conocimientos pitagóricos de los andaluces. No es para ofenderse, sino para consolidar como ley del destino que la capacidad del líder del PP para meter la pata es tan inabarcable como la cartografía fractal de las rías gallegas, escrita sobre una sucesión de cabos y recovecos. Como Noruega, pero sin vikingos ni socialdemócratas.
Feijóo no sabe contar historias ni chistes, no es el Beni, era mucho mejor Mariano Rajoy, cuyas salidas de tono han dado para todo un género, las marianadas. “A veces no pienso cosas para que no las filtren”. En vez de libritos, el ex presidente debería publicar unas greguerías a lo Gómez de la Serna, tenía su gracia. Si Pedro Sánchez sigue poniendo cachonda a la izquierda es porque ataca esa debilidad del gallego hasta convertirlo en un avatar ridículo de líder de oposición, todo estaría perdido para el PSOE si Feijóo fuese de otra manera.
Juanma Moreno, que es más cauto, comete errores cuando baja la guardia y suelta cosas tan ridículas como que ahora que es presidente las mujeres se le arriman más y que hay chicas jóvenes que le besan a la par en sus mejillas para enfado de su esposa Manuela en las tardes tarifeñas. La gira gafada de promoción de su libro socava su credibilidad como pretendiente de líder de la derecha, se viene arriba, cree que vuelve a levitar y cae de golpe sobre el piso entarimado de San Telmo, como aquellos novicios tibetanos que la viajera francesa Alexandra David-Néel escuchaba en las noches prohibidas de Lhasa cuando los monjes intentaban sin éxito alguno la ingravidez.
El presidente de la Junta debe tener cuidado con esos desahogos, no puede desdeñar como baladí que sólo un 1% de las mujeres afectadas por los errores de cribados de cáncer de mama desarrollarán un tumor. No hay que enmascarar el valor absoluto con el relativo, eso es una frivolidad mayúscula aunque lo haya dicho en un bolo happy de su libro en Barcelona.
¿Pero cuánto hay de real en este Moreno banal que nos abruma con sus insomnios y nos quiere hacer reflexionar sobre la españolidad de la tortilla de patatas frente a la simplicidad de la francesa? Dice más de él el continente que el contenido de su libro. Tan pronto aspira a ser un estadista como regresa a aquellos tiempos de vino y rosas de Nuevas Generaciones, a las cuchipandas de los congresos, a ser el rey Baltasar de las calles de Sevilla, al tó el mundo es güeno, a la ingravidez de una maestría en protocolo y eventos.
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