NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Tenemos una sociedad cargada de prohibiciones y falsos proteccionismos a nuestra vida diaria y particular. No bebas, no fumes, no engordes, no comas carne, no tomes azúcar, no hables de tal o cual manera, no cuentes ciertos chistes, no caigas en el sedentarismo. La lista es infinita. Cuando yo era chica sólo existía la obligación de guardar la digestión antes de bañarte. En lo demás, éramos libres, muy libres. Hoy se somete a los niños a un estrés de actividades extraescolares que apenas les da tiempo para aburrirse y ser traviesos. Padres infantilizados, adaptados a las formas, maneras y comidas de los menores, anulan la curiosidad, destruyen la capacidad de descubrir mediante aciertos y errores, las verdades de la vida. Nada más deslumbrante que un niño sucio, medio descalabrado, harto de jugar, soñoliento, con esa pestecita con la que vuelven a casa después de refregarse por un parque de columpios, comer chucherías pringosas y con un cansancio que tanto ha costado lograr. La enseñanza, siempre a ciegas, bajo la libertad vigilada de los padres.
Las prohibiciones a los mayores son infinitas y están sometidas a la moda, a criterios del mercado y la política, si es que son cosas distintas. Hace poco he descubierto que se ha acuñado un nuevo concepto, el de los “gastos hormiga”. Para hablar con propiedad de este nuevo invento recurro a las redes que son las encargadas de promocionar cualquier intromisión, cualquier injerencia. Encuentro una definición amenazante: “Los gastos hormiga son pequeños desembolsos diarios que, aunque parecen insignificantes, pueden acumularse y afectar seriamente a tus finanzas”, vaya por Dios. Cafés, suscripciones, una copa, una propina, un capricho mínimo, forman parte, todos ellos, de una suerte de despilfarro que nos puede llevar a la ruina económica.
Ténganlo claro. No quieren que disfrutemos ni tan siquiera con esa suerte de pequeñeces insignificantes para la economía. Los amargavidas nos dan incluso instrucciones para eliminar los gastos hormiga (contar, planificar, restringir, anular). Nos piden que reflexionemos sobre nuestros gastos, que nos preguntemos si son necesarios para llegar a tener una “economía saludable”. No les hagan caso.
Me he criado en una “economía enferma” que me ha permitido tener el alma sana. Los gastos hormiga, lejos de lo que nos quieren hacer creer, son los más necesarios. Nos libran de los cretinos.
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