Juana González
Perdidos
Hace tan solo tres décadas Cuba era un elemento permanente en el paisaje cotidiano de los españoles. Las razones eran varias: una vinculación sentimental y entrañable con la isla que había sido española hasta apenas hacía cien años; la pervivencia en aquel país de un régimen comunista fosilizado que resultaba muy atractivo para nuestra paleoizquierda; una moda cubanista en la que tuvo mucho que ver Buena Vista Social Club, el pegadizo documental de Wim Wenders sobre el son, o el divertido costumbrismo de las películas de Gutiérrez Alea; el boom de la industria turística cubana para paliar la desaparición con la Perestroika de la generosa teta de la URSS... Lo cierto es que a muchos les dio por beber ron, fumar habanos y canturrear aquello de “De Alto Cedro voy para Marcané/ llego a Cueto, voy para Mayarí”. Otros llevaban en la camiseta la jeta del Ché Guevara, el icono del bolchevique macho, el guerrillero asmático con los atributos del toro de Osborne. Eran otros tiempos y a los rojos no les molestaba que el castrismo tuviese campos de reeducación para homosexuales.
Aunque nos avergüence decirlo, en esta cubamanía tuvo mucho que ver el sexo fácil y mercenario. Las maestras solidarias conocían el amor mulato y los tractoristas de la España vaciada volvían de sus vacaciones contando en la taberna del pueblo historias tórridas sin fin, como los antiguos navegantes que viajaron por los mares del sur. Algunos, incluso, volvían con una caribeña colgada del brazo y se casaban, poblando la meseta de “chocolatitos”, como llamaba Álvaro Cunqueiro a su nieto pardo. Las diputaciones y los concejales también se pusieron las botas. Le regalaban al régimen comunista guaguas viejas y, a cambio, tenían la excusa de darse un viaje a la Perla del Caribe. Algunos conocieron allí la vida loca.
La doctrina oficial era que a Cuba le pasaría lo que a España y, cuando Fidel muriese, llegarían las libertades. No pasó y todos nos aburrimos. El chavismo se puso de moda y eclipsó al castrismo, la izquierda se hizo gayfriendly, el gin-tonic desplazó al ron, el reguetón acalló a Compay Segundo y los noveleros empezaron a llamar guayabera a la cubana. Y hoy, de repente, hemos desayunado con la noticia de que en Cuba los universitarios han encabezado una peligrosa movilización contra el elevado precio de la conexión a internet y nos acordamos de que allí siguen hundidos en la miseria y la indignidad de un régimen delirante. Nos habíamos olvidado de Cuba, compañero. Y eso es justo lo que querían.
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