Huevos

22 de noviembre 2025 - 08:00

Hace unos días estuve en Barcelona y desayuné huevos. En mi casa jamás lo he hecho, pero en esta ocasión los elegí solo por hacer gasto y aprovechar la tesitura, que a más de tres euros la docena una tortilla supone un manjar de postín. Este humilde plato, que antes pasaba por ser una cena muy socorrida para quienes criamos varios hijos, ahora me hace tragar saliva cada vez que se nombra en la cocina. Uno hace cuentas y no salen, por más que se busque la oferta y el descuento. ¡Cuánta razón tenía Trillo!

Cinco piezas de fruta al día, pan sarraceno, una pieza de pescado fresco, verdura hortelana, leche sin lactosa y, como diría Groucho, ¡dos huevos duros! Camperos, a ser posible. Si a todo ello les unimos los recibos de rigor y la correspondiente hipoteca o alquiler, resulta que si nos administramos bien y no hacemos ninguna tontería disfrutaremos de una saludable miseria que nos podrá durar toda la vida, tal y como sentenciara el filósofo gaditano José Guerrero.

Tras esta terna de autoridades en el noble arte del humor (el primero sin gracia ninguna y con alguna que otra desgracia a sus espaldas), solo nos queda recordar aquel dicho de la sabiduría popular que apelaba a la paternidad como requisito imprescindible para disfrutar del privilegio de comer huevos. Mas yo, que soy padre o eso me creo, no hago más que acordarme de cuando en mi infancia mi madre me llenaba la boca de sesadas y huevos pasados por agua (sí; lo sé; usted también sufrió semejante tortura). Era aquella una dosis masiva de alimento, concepto este el de alimento creado por las madres de toda la historia de la humanidad para hacer que sus crías se comieran lo que ellas quisieran, ya fuese por lo económico del asunto o por los supuestos beneficios para el crecimiento. Metro setenta mido; ahí lo dejo…

Una cosa está clara y es que, tras la gripe aviar que ha disparado el precio de yemas y claras, le tocará el turno a la carne de ternera por alguna lengua azul, a la de cerdo por alguna peste o a las verduras por alguna plaga bíblica. Todo sea para diversificar el negocio y que ningún sector de producción caiga demasiado en ventas. Así funcionan las cosas, así que vayamos por turnos con eso de las pandemias que, o follamos todos, o ya saben ustedes. Y mientras termino de escribir este breve artículo, con el sonido de las teclas se entremezcla en calculado contrapunto la percusión más espeluznante de cuantas pueden escucharse en la propia casa a las nueve de la noche de cualquier día de la semana: el enérgico tintineo de un tenedor sobre la porcelana. Mañana tocará comprar huevos de nuevo...

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