Los inmortales

20 de septiembre 2025 - 08:00

¡Solo puede quedar uno! En los ochenta fue una de esas frases cinematográficas que quedan en el inconsciente colectivo como eslogan perfecto. Aquellos espadachines cortacabezas al ritmo de Queen resultaban tan atractivos que aún perduran entre los que para entonces aún no ejercíamos nuestro derecho al voto. La inmortalidad siempre ha sido una aspiración humana y quizá aquella película daba en el clavo cuando convertía la muerte de los demás en la fuente de la eterna juventud. ¿Qué le da más alegría a una persona que el mal ajeno? Así de miserables hemos sido desde siempre…

Hace unos días un micrófono abierto revelaba una conversación entre los líderes de Rusia y China al respecto de la posibilidad de vivir con salud más allá del siglo y medio y, viendo cómo escora el mundo hacia el abismo, posiblemente eso de que solo puede quedar uno no sea tanto una cita de carátula como una realidad palpable en la que se alzará vencedor aquel país y aquel líder que resista indemne los envites de la guerra total.

A gran escala los aspirantes a inmortales coquetean con los últimos avances médicos a fin de perpetuarse en el poder, pues si una legislatura les parece corta no menos corta les resulta toda una vida, necesitando más tiempo para llevar a cabo sus planes y alcanzar así la eternidad sin disidencias que otorgan los libros de texto tras varias generaciones bajo el mismo yugo.

Pero a una escala más reducida los ciudadanos de a pie también hemos comprado ese discurso, tergiversado y reducido a cuerpos perfectos, pieles sedosas, dentaduras nacaradas, pechos turgentes, vaginas húmedas y penes erectos hasta la tumba. Para ello hemos olvidado los antiguos misterios, las grandes preguntas y los más nobles ideales. Es decir, hemos renunciado a cuanto de inmortal tiene nuestra especie para convertirnos en hermosos envoltorios de la nada más absoluta.

Ahora vivimos más y mejor. Al menos en teoría porque, aunque nos cuidamos como nunca, las consultas psicológicas echan humo y las farmacias no dan abasto. La nutrición y el deporte son los nuevos ídolos del pueblo y los gimnasios sus sagrados templos, pero la incultura aflora por doquier y subyace latente en derredor, hasta el punto de que esta última frase posiblemente le habrá costado trabajo entenderla a usted mismo, limitado como es el vocabulario actual y pobre como es la capacidad de comprensión que disfrutamos.

¿Para qué vivir más? ¿Para ser eternos adolescentes? ¿De qué sirve morir en plenas facultades si solo se ha vivido como un niño? Mientras los líderes se cortan las cabezas nosotros viviremos despreocupados, haciendo burpees, comiendo alpiste y fornicando todos con todos. Básicamente como en una granja, como animales que hemos decidido ser sin más pretensiones. Disfrútenlo, que están ustedes arrebatadores...

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