En tránsito
Eduardo Jordá
¿Por qué?
Dicen que la espiritualidad está de moda. Lo dicen por Rosalía a cuyo nuevo disco quieren dar trascendencia religiosa. Lo dicen por los corazones de Jesús que invaden estampados, bisuterías y complementos (yo diría que ese corazón sangrante está precisamente donde no se ve, pero no me quiero poner mística). Lo dicen por esta nueva Navidad eternizada por la que los municipios compiten en su fecha de estreno y número de luces. Por las procesiones a todas horas por todos sitios y en todas partes. Lo dicen por ese hormigueo constante de cornetas, tambores y costaleros que van del gimnasio al desfile y del desfile al gimnasio. Jaleo, jaleo, jaleo.
La religión no se podía escapar del consumismo. En eso consisten las modas, en matar lo que impera y resucitar lo viejo como novedoso. No importa si hay que echar unas gotas de falseamiento y frivolidad para adecuarlo al gusto sin gusto ni esencia. La espiritualidad de Rosalía como lo fue la de Madonna está sexualizada. Su supuesto trance es una campaña de promoción en la que conviven escenas de un bosque animado de Walt Disney con una monja envuelta en una sutil camisa de fuerza. Nada ata y desata tanto como unas gasas sensualmente colocadas. En la publicidad que tanto impacto ha generado hay más estética que credo. Las transparencias no dejan ver el alma. No encuentro ningún símbolo de pureza ni veo la hondura del misterio, ni me llama al éxtasis. Me fascina su capacidad de reinventarse.
Lo que más me divierte es lo fino que se han vuelto algunos reflexionando sobre una nueva vuelta a la religiosidad en un mundo en el que hasta el Papa se ha vuelto invisible. Viaja por el mundo sin apenas ser visto ni escuchado. La ausencia del líder en una extraña y premeditada vuelta a la humildad. El tan temido como odiado Opus está prácticamente marginado ante la novedad de Emaús que va captando a sus devotos desde el secretismo. Las órdenes religiosas van cerrando sus conventos y reagrupándose como una especie en extinción en un tiempo que no entiende de clausuras ni rezos. La propia Iglesia buscó a un ateo, anticlerical y laicista militante como Cercas para hablar sobre la vida eterna.
No, el mundo no se está volviendo religioso. Yo que siento el vértigo de la vida, me aferro a lo visible y lo invisible. Me enseñaron a refugiarme en un rezo de palabras ciegas que calman y que son más fuertes que las gasas que atan la mística de Rosalía.
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