Juana González
Perdidos
Más allá de Despeñaperros, todo lo que ve usted es campo, en concreto, sabana africana. No veo el motivo de afearle la conducta por las presuntas palabras proferidas por Yolanda Díaz en las que explicaba, ufana, que Andalucía no es Europa, por aquello de nuestro paro perenne. La vicepresidenta segunda del gobierno y ministra de Trabajo pensará que primero hay que civilizarnos y que, mientras tanto, si nos quitaran del mapa (estadísticamente) no bajaríamos tanto la media, afeando las métricas de convergencia con la tierra prometida. Aunque niega la mayor (el sesudo análisis), tampoco perdió un segundo en explicar el plan de su ministerio para remediar tan vergonzante situación andaluza.
Sorprenden, no obstante, tan penosos guarismos, que dirían los clásicos, cuando estamos liderados por dos Gobiernos imparables, macanudos. La economía va como un cañón gracias a Pedro Sánchez y se nos recuerda que somos la envidia europea (dogma). Aquí, en el terruño andaluz, atamos los canes con longanizas, gracias al milagro económico del hombre tranquilo, Moreno Bonilla y su Andalucía de moda (eslogan).
Mas, en la reserva de Jaén, expertos como somos en sobrar, residuales por maldición, las palabras de la analista geopolítica y vaticanista ocasional no nos merecen mayor atención.
Jaén es una singularidad única, el jiennense está a un paso de coger el relevo del lince ibérico como especie en peligro de extinción. Cada vez somos menos, endogámicos (con el peligro que conlleva) y nuestro deje ininteligible nos impide comunicarnos más allá de nuestro bosque de olivos. Ante la falta de vías de comunicación modernas nos desplazamos, con el machete en la boca, saltando entre los olivos, lo que nos impide estar completamente erguidos y nos limita, muchísimo, para conocer nuevas civilizaciones. Ocasionalmente, bajamos al suelo, pero nuestra cuadrupedia hace que nuestro tallaje esté muy por debajo del europeo. A eso unimos que somos pigmeos, presupuestariamente hablando.
Las maniobras militares de estos días confundieron al personal. Pensamos que, por fin, nos conquistaba una civilización superior, luego se aclaró todo y supimos que eran, otra vez, los nuestros. Despliegue vistoso por aquello de la capitalidad de la ciudad de Jaén. 1.200 años después sigue, incomprensiblemente, en pie. Un monumento al tesón (resiliencia está cogida) de una provincia confeccionada para sufrir cada temporada, luchando por permanecer en la categoría, aunque administrativamente nos tengan descendidos.
Aquí seguimos, pasando del calendario gregoriano, regidos por el ciclo de la aceituna, los caprichos del Dios de la lluvia y entregando, cada año, nuestra cosecha de grano al primer ídolo de barro que sube al púlpito. ¡Felicidades!
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