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Jesús Vicioso
El día en el que no compré nada
Cuando empezó el vespertino funeral de Estado y vi que colocaron a Mazón en tercera fila, yo seguía pensando en los que le hicieron palmas por la mañana durante su comparecencia por el aniversario de la dana. Por televisión no se vieron las caras, pero todos los conocemos porque tenemos otros muy cerca. Los reconocemos fácilmente porque banalizan la inmoralidad de los representantes públicos que omiten su deber y okupan lo público para vanagloriarse, y aprovecharse, en lo privado. Ya podrá Mazón hacer de oro toda la Comunidad Valenciana, pero a la gente jamás se le olvidará que no estuvo donde tenía que estar, que no cumplió con la confianza depositada en un cargo que, pudiendo hacer, no hizo.
“El enigma del mal no es nada comparado con el de la mediocridad”, escribe Amélie Nothomb. Y de esa mediocridad nace el virus que contamina la política, porque no hay vacuna que valga mientras haya palmeros que arropen y permitan que Mazón y los otros okupas del poder sigan en sus puestos haciendo como si nada. Aunque, al final, lo único que reparará a los que creemos en la justicia recta es que el pueblo guardará en su memoria por lo que pasarán la historia. Ya lo dijo Bertolt Brecht: “La cuerda cortada puede volver a anudarse, volver a aguantar, pero está cortada”.
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