Vericuetos
Raúl Cueto
El caso
Creo en Dios. Vaya por delante de las pedradas que me esperan… Y lo aclaro porque es fácil recurrir al insulto cuando alguien expresa una opinión crítica hacia una manifestación religiosa. Ateo, infiel o hereje (cuando no rojo) son algunos de los adjetivos que utiliza determinada feligresía para defender sus creencias, como si eso fuera necesario. Justo así han empezado muchas guerras santas, con una crítica y un insulto, todo ello a la gloria del Altísimo… Ya sabemos: Deus vult. Pero metamos ahora el dedo en la llaga...
Hoy sábado se celebra en Jaén uno de esos acontecimientos de moda en la esfera católica, como es una procesión magna. Algo parecido a un concierto tributo, pero en olor de santidad. Veinte misterios del Rosario a través de veinte imágenes de la provincia, que harán un repaso a la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo. Un evento que cuenta incluso con página propia en Wikipedia desde hace meses; cosas del marketing. Aunque qué mejor campaña publicitaria que el comienzo del itinerario común: El Corte Inglés, el templo de nuestro tiempo. Y digo común porque en realidad es mucho más, ya que ese será el punto donde todas las imágenes se unan para procesionar a partir de las cuatro de la tarde, en un espectáculo continuo de más tres horas de duración que pondrá a prueba vejigas y piernas. Antes de eso cada misterio callejeará desde primera hora de la mañana en una jornada maratoniana que se alargará hasta la madrugada. A decir verdad es algo nunca visto en la capital jaenciana y sinceramente creo que desproporcionado, porque la ciudad quedará paralizada y colapsada por completo, con el consecuente trastorno que ello provocará y que luego tocará evaluar para hacer balance del impacto económico que supondrá para negocios locales y administraciones. Es decir, la fe como inversión. Nada nuevo bajo el sol.
Unir las dos catedrales de Jaén, la de la fe y la del consumo, con una interminable fila de pasos semanasanteros quizá sea una buena idea sobre el altar, pero (y aquí viene el latigazo) una práctica idólatra y pseudopoliteísta más propia de otros tiempos y otras sociedades. Como folclore no le pongo ni un pero; ahora bien, tal muestra de devoción pública enfervorizada no hace sino invitarme a reflexionar sobre otras religiones a las que hace poco, en otros lares bien cercanos, se les prohibió incluso rezar. ¿Qué pensaríamos (y yo también me incluyo) si esas otras confesiones se convirtieran de repente en mayoritarias y paralizaran nuestra localidad para honrar a su dios particular? ¿Acaso no es ello motivo más que suficiente para defender el anticlericalismo? Tengo amigos muy cercanos a la Iglesia que también opinan lo mismo en privado, pero tiene que cuidar mucho sus palabras cuando hay oídos cerca y, sobre todo, dedos que les puedan señalar como sospechosos de sacrilegio.
Respeto toda forma de fe cuyos principios divinos no vayan en contra de los Derechos Humanos, pero este tipo de acontecimientos me causan cierta decepción porque me dejan el sabor agridulce de comprobar cómo la mayor parte de personas que asisten a ellos lo hacen por simple convención social o por un sentimiento de corporativismo militante. Me genera un poco de tristeza ver cómo se contagia el postureo y cómo el mensaje original de Jesús se ha ido diluyendo con el paso de los siglos en beneficio de un elitismo social malentendido y propio de gente de bien con un determinado perfil político. No hemos entendido nada de aquel revolucionario que se ganaba la vida como artesano y constructor...
Siempre que escucho tambores y cornetas me imagino a Jesús con el ceño fruncido mirando a su alrededor sin entender nada; siempre que veo el brocado de los mantos virginales, los palios repujados y las coronas doradas me imagino a María en el pesebre cubierta de harapos; siempre que veo a quienes adoran estatuas de madera recuerdo que muchos de ellos no soportan al prójimo de carne y hueso; siempre que huelo el incienso me imagino el humo que dejaban las hogueras de siglos pasados y el odio que aún destila la fe ciega... En definitiva, siempre que veo una procesión rodeado de gente, me pregunto cuántos habrán leído la Biblia, cuántos la habrán entendido y cuántos serían capaces de seguir creyendo si no fuera porque creer les otorga la seguridad de la que carecen. Pese a todo, soy consciente del valor del símbolo a la hora de trasladar conocimiento y emoción, y por eso lo respeto aunque no lo comparta. Por eso mismo, también lo critico… Ahí radica el librepensamiento.
Pero todas estas divagaciones son simples pensamientos míos, que no sirven absolutamente de nada más que para entretenerme y hacerme un pagano a la vista de los demás. Esos “demás” que no han leído ni leerán jamás a Plotino, a Agustín de Hipona, a Tomás de Aquino, a Spinoza, o ni siquiera los Evangelios que tanto ensalzan. Porque sí, este que les escribe y al que posiblemente etiqueten como ateo tiene un sentido de la trascendencia más desarrollado de lo que puedan creer y quizá ha reflexionado más sobre el mensaje de Jesús y lo admira más profundamente que muchos de los que se dan golpes en el pecho o lloran a las puertas de la iglesia cuando llueve. Por cierto, espero que hoy no llueva, que me quiero ir con la bici… Que ustedes disfruten del día, hagan lo que hagan en total libertad.
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