Mierda

08 de noviembre 2025 - 08:00

Construirse una casa de campo frente a una vaquería no entra en los planes de nadie en su sano juicio, pero instalar una planta de biogás a escasos metros de un núcleo urbano es lo más normal del mundo. Ese es el razonamiento propio de una mente enferma, perversa, o las dos cosas a la vez; es decir, la mente de los políticos que permiten semejante salvajada y de los empresarios sin escrúpulos que, eso sí, son muy escrupulosos cuando se trata de respirar los purines ajenos. Da la casualidad de que ninguno de estos impresentables reside cerca de esas instalaciones o de las macrogranjas que las nutren de materia prima y, no sé, lo mismo me quedaba más tranquilo si alguno de ellos se diera un buen baño de estiércol al más puro estilo Fraga en Palomares.

En este bucle infinito denominado “economía circular” que impera en la actualidad hasta las buenas intenciones son objeto de abusos éticos en el sector de las energías renovables, siendo un claro ejemplo de esta perversión del sistema el uso de los excrementos animales para producir el biometano que luego calentará nuestras casas, porque si los purines son un producto que deja una elevadísima huella de carbono sobre nuestro medio ambiente, más huella deja sobre nuestras conciencias al pretender hacer negocio bajo el amparo de un falso ecologismo y de una sostenibilidad que solo perpetúa el modelo de la sobreexplotación.

Hace unos días el Ayuntamiento de Jaén aprobó una moción para la suspensión de una planta de biogás cerca de Las Infantas, una barriada de la capital famosa por sus embutidos y que no quiere serlo por los residuos. Y al saltar la noticia no pude menos que recordar la película “Aguas Oscuras”, cuya trama destripa el caso del Teflón y la química DuPont, porque en nombre del progreso y el bienestar se han llevado a cabo una ingente cantidad de atrocidades a espaldas de la opinión pública maquillando el impacto, ocultando las consecuencias y negando las víctimas que hay detrás de cada nuevo avance industrial. Por eso no me fío cuando aparece un bálsamo milagroso y lleno de bondades, como este biogás que tantas alabanzas y subvenciones recibe por las administraciones pero que nadie quiere en la puerta de su santa casa. Por algo será...

Abrir la ventana y recibir una bofetada de heces es lo más parecido a un lunes eterno y supongo que eso es lo que se pretende a la hora de instalar estas plantas en nuestras narices: hacernos sentir agradecidos por tener cerca una empresa generadora de empleo, aunque este sea un empleo de mierda. Y si a estas alturas de artículo usted aún no ha sentido asco alguno quizá sea el candidato perfecto para disfrutar del dulce aroma a pocilga que desprenden sus letras. Quizá ahora mismo usted esté leyéndolo sentado en la taza… Si es así, no olvide tirar de la cadena cuando acabe, pero antes inspire profundamente para que sepa a qué huele el dinero que unos pocos pretenden hacer a costa de su bienestar. Ah, y límpiese bien. Gracias

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