Un minué 
para España

28 de noviembre 2025 - 03:07

Escuchar a Rajoy es como leer a Azorín o entregar el oído a Luigi Boccherini: un gozo tranquilo y sonriente que nos calma el ánimo y rebaja las malas pasiones que se nos van acumulando a lo largo de la semana en los bajíos del alma. Uno no es un pardillo y sabe de los defectos de este político de veguero en ristre: su discutible gestión de la crisis catalana o su débil pulso frente a la corrupción que anidaba en Génova. Pero sólo hace falta atender a alguna de sus intervenciones, como la entrevista que hace unos días concedió a Onda Cero, para reconciliarse con ese espíritu burlón y galaico, incapacitado para el sectarismo, ahormado en la mejor tradición de la burguesía ilustrada española, ese venero inagotable de registradores, notarios, abogados del Estado, ingenieros de Caminos, diplomáticos y coroneles. Cuánto le debemos los españoles a Galicia: viandas, Cunqueiro, sus vinos blancos (sentimos no poder decir lo mismo de los tintos), la palabra carallo (más dulce que el patibulario carajo castellano) y una escuela política que ha dado truenos como Fraga y brisas como Rajoy.

En un momento de la entrevista, cuando ya la noche clausuraba las escaramuzas del día, don Mariano reconoció que se equivocó cuando se ausentó del Congreso para no asistir a la victoria de Pedro Sánchez en una moción de censura tan legítima como canallesca. “No estuvo bien. Las formas siempre son muy importantes.”

Entre las asignaturas que aprendían los guardiamarinas del XVIII en el San Fernando que clausuraba el Antiguo Régimen se encontraba la de baile de danzas palaciegas, como el minué. Aquella elite científica y militar de la ilustración española sabía que la buena educación y sus formalismos más encorsetados eran indispensables para la vida civilizada. Y ese es el conocimiento que ha perdido el mundo occidental desde que la Revolución del 68 llegó a la conclusión de que las formas sociales eran prisiones del alma.

Sé que es un brindis al sol, pero habría que recuperar en los planes de estudios la enseñanza del minué. Nadie apruebe la ESO sin saber ejecutar a la perfección el demi-coupé. Quizás muchos de los problemas actuales se podrían resolver con la donosura de una danza entre María Jesús Montero y Abascal o entre Bolaños y Cayetana Álvarez de Toledo (con Pedro cualquier danza es imposible). Bailar, como desfilar, es saber colaborar con el compañero, buscar juntos el mismo ritmo y respiración para ejecutar, como dice el DRAE, diversas “figuras y mudanzas”. ¿Hay mejor definición para la política?

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