Nerón

02 de agosto 2025 - 08:00

Todos los veranos igual. Infinidad de pirómanos campan a sus anchas por los montes provocando incendios devastadores, aprovechando las altas temperaturas para su rápida propagación. Problemas mentales y, sobre todo, intereses económicos son los principales acelerantes para que el fuego arrase hectáreas sin control, poniendo en peligro no solo la fauna de la zona en cuestión sino también vidas humanas, ya sean residentes o miembros de los retenes. Inconcebible que alguien pueda disfrutar de una tragedia; pero siempre han existido Nerones.

Esas personas gozan del daño ajeno y de la destrucción generalizada, hasta el punto de preferir que todo vaya a peor con tal de que se líe. Son esos individuos propensos al sadismo, a la mala baba, a ridiculizar a quien no piensa como ellos, a criticar cuanto se haga y a ser agoreros vocacionales con tal de que se cumplan sus profecías apocalípticas, porque nunca profetizan nada bueno. Son esos que viven entre nosotros camuflados tras la maleza de su propia miseria para, en cuanto pueden, disparar su inquina revanchista contra el mundo cruel, culpable de que les vaya como les va.

Estos incendiarios profesionales no cejan en su empeño por enturbiar conversaciones, por agriar caracteres, por meterse donde no les llaman, por juzgar y condenar siguiendo su propio fuero, por envidiar, por molestar permanentemente a quienes consideran inferiores (que son los demás), por creerse dueños de la verdad, por politizar hasta el aire que respiran… Y lo hacen con un mechero en una mano y un cóctel Molotov en la otra; pero nada de barricadas, sino a plena luz y bien vestidos, casi siempre apoyados en una barra. Porque los Nerones se creen emperadores, dueños y señores de cuanto les rodea; el problema es que saben que no es así, pero intentan por todos los medios que así sea. Por eso quieren reducirlo todo a cenizas, para que de ellas surja un orden nuevo en el que satisfacer sus impulsos y anhelos más profundos, que no son otros que olvidar sus frustraciones haciendo del fracaso una unidad de destino en lo universal, que diría algún Primo. Solo así están en paz, compartiendo no la alegría, sino la amargura y el resentimiento. Porque de las cenizas del odio solo surge el fénix del rencor.

Por eso pido a estos Nerones de pacotilla que nos dejen tranquilos con nuestras alegrías y nuestras penas y que no las utilicen para alimentar ninguna llama. Lástima que no empiecen sus incendios sobre ellos mismos, rociándose de gasolina a lo bonzo. Pero para eso hace falta ser valiente...

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