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Cuando en la campaña de 1982 le preguntaron a Felipe González que en qué consistía el eslogan Por el cambio, con el que los socialistas concurrían a las elecciones, respondió con una frase: conseguir que España funcione. La Historia, que al final siempre pone las cosas en su sitio cuando tiene la suficiente perspectiva temporal, dilucidará si aquel país atrasado de hace más de cuarenta años se puso a funcionar o no. Pero de lo que no cabe duda es de que los ciudadanos de hoy vuelven a sentir la necesidad imperiosa de que España se ponga a funcionar porque, definitivamente, ha dejado de hacerlo.
Aunque a veces lo pueda parecer, no es que seamos víctimas de una maldición gitana que nos condene a un susto tras otro. Es mucho más fácil: la calidad de la gobernanza en España se ha deteriorado de tal manera que ya afecta a los servicios esenciales. Se ha visto con tanta frecuencia en los últimos años que ya no cabe no asombrase. Lo raro es que transcurra una semana entera sin que algún fallo en infraestructuras básicas termine con servicios colapsados y miles de ciudadanos cabreados.
De todos los servicios que ha dejado de serlo el que se lleva la palma es el ferroviario y si además concurre la circunstancia de que viaja frecuentemente entre Madrid y Andalucía, mucho peor para usted. Lo ocurrido en la tarde del domingo y toda la jornada del lunes es una muestra más de la manifiesta incompetencia con la que se están gestionando los trenes en España. Como no es la primera vez que ocurre, ni nos tememos que será la última, no se puede hablar de hecho fortuito. Si unos fulanos pueden sortear los servicios de seguridad de la red de alta velocidad y llevarse unos cuantos kilómetros de cable que paralizan la red es que el AVE está mal vigilado y alguien tendrá la culpa. Y si una semana sí y otra también hay retrasos generalizados por averías en las catenarias o por cualquier otro motivo habrá que concluir que el mantenimiento de las vías es escandalosamente deficiente.
Y si todo eso ocurre una semana después de que un apagón propio de un país tercermundista también dejara a los trenes tirados durante horas en medio del campo no hay más remedio que concluir que España ha dejado de tener un servicio ferroviario a la altura de lo que se exige en un país mínimamente avanzado.
El problema es que lo hemos tenido y que vamos para atrás cada vez más rápidos. Desde los años noventa, con la entrada en servicios de la primera línea de del AVE entre Sevilla y Madrid, el tren empezó a convertirse en un medio de transporte competitivo, rápido y puntual. Así ha sido hasta hace relativamente poco tiempo por razones que sólo en el Ministerio de Transportes deben de conocer, pero que seguro que tienen que ver con el envejecimiento del material y con la falta de mantenimiento. El ferrocarril español no funciona y es un síntoma manifiesto de como España está dejando de funcionar a una velocidad que esa sí que es alta.
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