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David Fernández
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Parece una cuestión doméstica, de andar por casa, pero la medida trasciende mucho más allá. Más, incluso, que de tener o no educación, que en el fondo es el quid de la cuestión. Resulta que el Congreso de los Diputados está a punto de aprobar, previsiblemente antes de fin de este mes, un “código de conducta” que deberá respetar todo periodista acreditado en esa Cámara para guardar un comportamiento “decoroso” en las ruedas de prensa y, en general, en sus relaciones con otros compañeros y con sus señorías. He leído que la idea cuenta con el respaldo, incluso, de la Asociación de Periodistas Parlamentarios, lo cual me deja un poco estupefacta y me hace hasta dudar de que haya entendido bien el asunto, que todo puede ser.
O sea, que los periodistas necesitamos que nos dicten unas reglas de comportamiento para hacer nuestro trabajo con educación y respeto. A ver. Quien siembre discordia, directamente, que le retiren la acreditación y asunto resuelto. ¿No le da a nadie vergüenza que le digan cómo tiene que hacer su trabajo? Porque a mí me da. Como el valor al soldado, al periodista se le debería presuponer esa profesionalidad que ahora quieren reflejar por escrito y con rango de ley.
Todo viene porque hay personas, que seguro que ni son periodistas por muy acreditados que estén, que se dedican a sabotear las ruedas de prensa con descalificaciones, insultos o interrupciones, con el único propósito de sembrar cizaña y dificultar el trabajo del común de los mortales que sólo quieren cubrir la información. Y en el afán de poner coto a todo eso, se sacan de la manga que la solución es leerle la cartilla a los periodistas, como a los niños cuando se pelean en el patio de colegio. No me parece serio.
Hay unas elementales normas de educación que cualquier periodista, ingeniero o bombero conoce y aplica a su quehacer diario. Y si no lo hace, en el caso del Congreso, se le retira la acreditación y punto. Repito. No entiendo que para eso haya que poner en marcha un documento que fije unas directrices cualquier periodista sabe que, a poco que uno prestara algo de atención en las clases de la carrera y tenga educación, vamos.
Hay que ser impertinente y preguntón, pero dentro de una mínima ética que cualquier profesional que sea eso, profesional, respeta de sobra. Sin que un reglamento se lo tenga que recordar.
El periodista nunca es noticia, según me enseñaron a mí en la Facultad de Periodismo de la Complutense (un beso a la promoción número 11) pero, a veces, también hay que hablar de uno mismo. Si hay que hacerlo, se hace. Para eso están las excepciones.
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