El quita y pon de Puigdemont

25 de octubre 2025 - 03:08

Nos guste o no, el bello Puigdemont sigue siendo el que tiene las llaves de este calabozo que es la XV legislatura. A los demás, no nos queda más que verlas venir. Se lo debemos a don Pedro Sánchez y a sus aritméticas. Todo un presidente de la nación española, la misma cuyas Cortes están protegidas por los fieros leones que fueron fundidos en Sevilla con el bronce de los cañones arrebatados al enemigo en Tetuán, es un caniche ante el orgulloso burro catalán. A él no le dedica risotadas ni sarcasmos de matasiete. La cuestión es muy simple: si el prófugo de la justicia quiere, Sánchez seguirá gobernando; pero si no, si los junteros por Cataluña deciden acabar con este juego de la silla, monsieur le president se irá, como diría un periodista deportivo, a la “venta del nabo”.

Todos conocemos la frase de Bertrand du Guesclin cuando mataron en su tienda a Pedro I de Castilla, allá en el campo de Montiel: “Ni quito ni pongo rey, sino sirvo a mi señor”. Es la frase de un pelota sin escrúpulos, la de uno de esos empleados del mes que lucen en las hamburgueserías norteamericanas. Puigdemont, sin embargo, prefiere presumir de su capacidad de quitar y poner rey (presidente, para ser más exacto) cuando le dé la gana. Unas ganas, que dependerán mucho de sus cálculos y estrategias para su regreso a España y la obtención de un resultado digno en las próximas elecciones. El futuro de JxCat, hoy por hoy, es una auténtica incógnita.

Sánchez está atrapado en la propia ratonera que él mismo construyó. Él fue quien, aconsejado por politólogos y sociólogos sin escrúpulos, diseñó esta alianza entre la izquierda radical y los partidos soberanistas (gallegos, vascos y catalanes) para cerrar a la derecha cualquier vía de asalto al paraíso. Ahora tiene que aguantarse con los jugueteos del gato Puigdemont. Dicen que el prófugo ya se ha cansado de esta danza y que habrá elecciones en breve. Vaya usted a saber, nunca hay que desdeñar la capacidad de Sánchez como gran tahúr de la política nacional. Por ejemplo, podría conseguir que el catalán sea –vía alemana– idioma oficial de la UE. Unos meses más de oxígeno. Ahora bien, para el recuerdo quedarán esas peregrinaciones de secretarios de organización del PSOE, presidentes de la Generalitat y ex presidentes del Gobierno de España para intentar seducir a un delincuente perseguido por la justicia. Si cae Sánchez por la traición de Puigdemont, eso tendrá un nombre: justicia poética.

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