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Cuando paso por debajo del no-ficus de San Jacinto, y contemplo a la lotera bajo su sombrilla –justo ahí fue herida grave otra mujer que vendía cupones, por la irresponsabilidad de quienes debían mantener el árbol como cualquier otro de su valor y porte, y no lo hicieron– y al vecino que vende pañuelos tratando de caber bajo la sombra del semáforo, me acuerdo de una estampa incomparable: la del cerco policial, el día de agosto en que trataron de acabar con aquel árbol, que impedía a los vecinos interponernos entre la savia y las motosierras. Conforme caían, heridas de muerte, las ramas, la Policía se iba arrejuntando y apretando en la sombra menguante, acogiéndose a lo poco de eso mismo que estaban garantizando –órdenes son órdenes– que se talara. Llegadas estas fechas tan entrañables de chicharrera, echo de menos esa y bastantes otras sombras vegetales que ya no están, mientras imagino que en 2125 contarán en las escuelas qué hacíamos con el frescor en la ciudad de los 40 grados, y los del futuro nos tildarán, con razón, de bárbaros rebárbaros.
Leo en este su diario que, en Sevilla, ciudad conocida por la desigualdad palmaria (ocupamos los primeros puestos en la lista de los barrios más pobres de España) hasta la flama está mal repartida. En Polígono Sur, Los Pajaritos, Torreblanca, Pino Montano y San Pablo, hace más calor que en el centro. Este sol no puede llamarse de justicia, pues no arde por igual para todos. Basta con mirar la calidad de las viviendas o atravesar las plazas ralas de detrás de la Barzola. Asfalto, cemento, granito, aparcamientos, cero árboles, cero socaires, cero baldeos. Casualmente, en muchos de estos barrios es donde la electricidad se va para no volver, porque patatas: la culpa, con la que unos y otros juegan al ping pong, fresquitos en sus despachos, quien no la tiene, fijo, es la bebé que pasa la noche llorando de calor o la anciana que no puede encender la máquina de respirar. A menudo se nos olvida que la llamada pobreza climática, en el Mediodía, no está tanto en no poder calentarse como en malvivir de calor.
Disculpen que me moleste y les moleste con la enésima propuesta –ahora del actual regidor– de rediseñar la Alameda de Hércules. No se mueva una loseta mientras no haya sombra vegetal y fresco digno en cada esquina de esta villa grande y mariana. “Tos por igual” debiera ser mucho más que una voz castiza y un eslogan.
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