Sanz se engorila

28 de mayo 2025 - 03:10

Suele mostrar el alcalde una especie de triunfalismo de piedra pómez. Quiero decir que suele caer en raptos de euforia triunfalista sin mover su pétreo y ya célebre rictus. Tiene su mérito.

Hace poco, en un foro de postín, José Luis Sanz Ruiz dijo que Sevilla enarbolaba el pendón de la prosperidad en Andalucía (un PIB de 48 millones de euros). Dijo que ciertas compañías locales facturan más de 10.000 millones de euros al año. Gracias a sus 60.000 empresas dedicadas a la innovación, Sevilla es poco menos que la Silicon Valley andaluza. Con sus 90.000 alumnos distribuidos en cinco centros superiores, el predicador de la bonanza añadió que Sevilla era “la capital del talento del sur de España” (cuando políticos de todo signo hablan de “talento” a uno le entra un sulfuro súbito que aviva espantajos homicidas). Además, dijo también el alcalde que somos la capital andaluza con menos paro y mayor renta per cápita.

Uno extrae dos conclusiones de cosecha propia. La primera, que Sevilla es la ciudad del estrambote. Muestra su supuesto poderío económico igual que enseña año tras año su liderazgo en subdesarrollo severo con los tres barrios más pobres de toda España. La segunda conclusión es que el alcalde ha querido vacilarle a su colega Francisco de la Torre, el longevo regidor de Málaga. La city del espeto y de los llamados nómadas digitales suele presumir también de ser la capital económica y cosmopolita de Andalucía.

Habló el engorilado alcalde de los cuatro motores que explican el éxito sevillaní. Uno, el Parque Científico de la Cartuja. Dos, el puerto fluvial único en España. Tres, el sector aeroespacial. Y cuatro, la industria turística (el 25% del PIB local). Uno habría hecho la ola con los tres primeros motores citados y hasta habría ido a abrazarse con otros aborígenes para celebrarlo con alegría y orgullo desde La Bachillera a Los Remedios. Pero que el turismo, esa lepra, sea prácticamente el motor principal de la economía nativa explica lo que de verdad somos en pleno siglo XXI. O sea, una farsa para beneficio del clan de la hostelería y sus hilos afines. Sevilla y su centro histórico e histérico no es más que esto: terrorismo blanco vía pisos turísticos, monocultivo de franquicias, gastrotimos y tiendas de fruslerías cual lavaderos de dinero negro. Aun así, los prebostes seguirán hablando del odioso “impacto” en la ciudad de las ratas y los asquerosos siluros del río. El resto es mugre, invasión de veladores, turismo abrasivo, procesiones non stop, conciertos horteras de Manuel Carrasco y policía local a cuentagotas. Para sacar pechito, oiga.

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