Sarajevo

Jaén, 15 de noviembre 2025 - 07:00

En el corazón de Europa hubo una guerra que supuso el punto y final del siglo XX. Hace unos días saltó a los medios el auge de los nacionalismos en los Balcanes y el fantasma del secesionismo que transformaría la zona en un Tetris multiétnico, multirreligioso y posiblemente multiexplosivo. Serbios, croatas y bosnios conforman un puzzle de difícil encaje por sus diferentes creencias, ya que son ortodoxos, católicos y musulmanes, respectivamente. Por ello, a pesar de los constantes esfuerzos de Naciones Unidas, todo el mundo sabe que la paz pende de un frágil hilo que cualquier radical de turno es capaz de cortar apelando a la fe y al orgullo patrio. En cuanto la comunidad internacional se dé la vuelta todo arderá de nuevo…

Pero la noticia que ha provocado este artículo no es esa, porque la situación viene siendo la misma desde hace años. La verdadera musa de este texto ha sido la confirmación de que, durante el sitio de Sarajevo en los años 90, hubo hombres extranjeros que pagaron cientos de miles de euros para participar como francotiradores en verdaderos safaris humanos. Al parecer, también hubo españoles en ese ejército macabro de millonarios sanguinarios, que pagaban más para poder disparar libremente a niños. Esos animales salvajes, después de disfrutar de la experiencia, regresaron a sus casas y sus familias y hasta la fecha no han sido investigados ni juzgados. Viven entre nosotros con total normalidad…

Desde que dispararon al archiduque hace más de cien años, pasando por la elección en un sótano de Miss Sarajevo, la capital de Bosnia siempre ha estado en el punto de mira de la locura humana. La sinrazón de la guerra es el terreno idóneo para que florezcan las malas

hierbas de nuestra especie, pero resulta tan asquerosa la noticia de los safaris humanos que provoca náuseas comprobar cómo algo más propio del cine gore se hace realidad por el mero aburrimiento de bastardos adinerados que hacen del sadismo una forma de vida (y de muerte). Imaginarles sonreír tras alcanzar a un civil indefenso y pensar en el placer que sentían al ver caer a sus presas, posiblemente rematándoles, es una de las imágenes más espeluznantes que alguien pueda guardar en su mente una vez que la conoce. ¿Qué hace que un ser humano llegue a tal nivel de maldad? ¿Acaso cualquiera de nosotros podría llegar a desprenderse de toda humanidad? ¿Estamos libres de convertirnos en unos monstruos o solo depende de lo que nos rodee? ¿Y por qué tenemos que hacernos todas estas preguntas? Pues por una sencilla razón: porque Amon Göth no murió ahorcado; sigue vivo en el fondo de cada uno de nosotros...

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