Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Qué bostezo
Entre el berrinche macareno, la ONU y la Octava del Corpus (acaba mañana), el tradicional baile de los Seises aún se mece al son del concierto que el cantante José Manuel Soto ofreció en la víspera del día grande de la juncia y el romero. Uno habría esperado otro heraldo mejor para la fiesta eucarística del pan ácimo y la preciosa “sangre de la vid” de la que hablan el Génesis y el Deuteronomio.
Adelante Andalucía denunció “los 14.500 eurazos” que, según la formación, le concedió el alcalde Sanz al trovador como pago a supuestos favores por parte del cantante afín a la derechísima y del que es fan el propio presidente de la Junta. Si no hay trampa alguna entre contratante y contratado, uno no ve mal que se haya elegido al sospechoso crooner de la Baja Andalucía como telonero del Corpus. Otra cosa sería expresar nuestra democrática perplejidad ante los gustos musicales del pueblo en la Muy Mariana (y Marciana) ciudad de la “crisis de las pestañas” en el Macarena Gate.
Un juzgado de Sevilla abrió diligencias a raíz de una denuncia por las ayudas concedidas por la Junta al proyecto Caminos del Rocío. Dícese del ilusionante invento que el cantante ha impulsado en versión sur del Camino de Santiago (tiemblan los mitos del cristianismo occidental). Está por ver si hay sinecuras o trapicheos de por medio. Pero lo que queda claro es que el ilustrado artista ha debido empaparse de cultura, religión y sincretismo leyendo quién sabe si a Mircea Eliade, Walter Burkert o Karen Armstrong.
La polarización de garrafa salvó la tauromaquia de una muerte natural y sin traumas. A José Manuel Soto, sus trabajadas polémicas en las redes lo han salvado de lo que probablemente habría sido su óbito como artista caído en el digno olvido. Como el vulgar imberbe que fui, recuerdo al crooner marca España en aquellos conciertos que daba en el pabellón Claret. Su untuosa sonata se colaba por la ventana de un cuarto burgués de Reina Mercedes donde observaba el vacío una de sus víctimas a edad temprana. Dice Soto que se siente perseguido porque es “un sujeto incómodo para la izquierda”. De resultar incómodo este “sujeto” para la siniestra, lo que se evidenciaría es que hoy las izquierdas, ese aguachirle, han perdido fuste y honor en la confrontación dialéctica. Me acuerdo de Julio Anguita, ay, como diría el gran Georges Perec.
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