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David Fernández
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¿Y ahora qué? No basta con pedir perdón, ni con anunciar un nuevo comité federal para blanquear el organigrama con el mejor detergente, ni con una auditoría externa del partido. Ni siquiera aunque dimitiese, diría yo, o se convocasen mañana elecciones generales. No. La pregunta es esa, a la luz de todo lo que está pasando, de lo que ha pasado y, sobre todo, de lo que todavía queda por pasar. ¿Y ahora qué? Qué medidas, cortafuegos o llamémoslo X, se van a establecer a partir de ahora para que los partidos políticos no se puedan beneficiar directa y mafiosamente de contratos públicos o similar.
Quiero decir, que un secretario general de un partido político, de cualquier partido político, ya tiene suficiente trabajo con eso. Ya le vale para justificar el sueldo. ¿Por qué se da por hecho, (pregunto inocentemente), que el secretario general tiene que ser el que gobierne también y no se presenta a las elecciones otro líder válido del partido.
Miremos hacia el Norte. Por ejemplo. El Euskadi Buru Batzar es el órgano ejecutivo nacional del Partido Nacionalista Vasco, con Aitor Esteban como presidente, mientras que al frente del Gobierno vasco está Imanol Pradales como lehendakari desde junio de 2024.
Por qué no separar los cargos, los poderes, una vez demostrada la peligrosa ecuación que supone la acumulación de cargos, que el mismo secretario general de un partido sea, también, presidente del Gobierno, de la comunidad autónoma, de la Diputación o del ayuntamiento… Sobran militantes capacitados para todo. No es que “quien mucho abarca poco aprieta”, que también, sino que el poder corrompe y cuando es absoluto, corrompe absolutamente. Y ya dejo tranquilo el refranero.
Porque, esa norma universal de que los cargos orgánicos de los partidos ostenten mando en plaza en los ejecutivos supone una tentación demasiado grande.
Entre tanto, estupefactos y abochornados seguimos, propios y extraños, socialistas y vecinos de a pie. Como decía el director de Jaén Hoy, José Manuel Serrano, en su último artículo, el informe viene respaldado por una serie de “psicofonías vergonzantes” que nos van a acompañar durante días, semanas, meses… Grabaciones en las que no queda sombra de duda sobre el sucio manejo a tres bandas para hacerse con dinero de empresas constructoras de obra pública. Siempre presuntamente, claro, hasta que un juez dicte sentencia.
Y, mientras se concentra el interés mediático en todas las corruptelas, los médicos hacen huelga y se manifiestan ante el desmoronamiento del sistema público de salud sin que nadie les preste atención, concentrados todos en intentar lavar sus trapos sucios. Eso sí que es vergonzoso.
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