Juana González
Perdidos
Sucede que me canso de ser hombre”, se lamentaba aquel poeta y dan ganas de contestarle: “Figúrate tú si fueras mujer”. Sucede que me canso de ser chica. Digo “chica” no por no estropear, al enderezarlo, el endecasílabo, sino por echar mano de la polisemia de la palabra, que como sustantivo alude coloquialmente a fémina, mas como adjetivo muestra cómo algunos nos siguen queriendo ver y hacer sentir. A la vista está. Los casos de acoso a mujeres en el PSOE harán caer al Gobierno antes que los de corrupción –a la sazón protagonizados por putañeros con balcones a la calle–, por el mero principio de no contradicción. Quienes vendrán (la derecha en compañía de la derechísima, cuyo líder afirmó el otro día que –sujétame el cubata– “Si hay un partido que defiende a las mujeres… es Vox”) no auguran tiempos mejores; unos ni son capaces de guardar un minuto de silencio cuando una mujer es asesinada, y otros alcanzan a reivindicar –Feijóo dixit– “el feminismo de nuestras abuelas”, que tantas veces consistió en aguantar, en desigualdad flagrante y con fuerza sobrehumana, carros y carretas. No estoy con quienes afirman eso de “todos los tíos sois iguales” sino con quienes observan que, desde la noche de los tiempos, cuela por normal la radical anomalía de ser abusadas, infantilizadas, minusvaloradas, cosificadas, mal pagadas, acalladas, acuchilladas. El feminismo es esa idea loca basada en que todos los seres humanos, en su diversidad y diferencia, son iguales en dignidad y derechos. Nos queda tela.
Estallan estas minas mientras leemos los últimos estudios: una de cada tres mujeres en España afirma haber sufrido acoso sexual en algún momento de su vida, y una de cada seis, en la propia infancia. Por no hablar de los casos que no se denuncian (solo el 16,8% de las víctimas lo hacen), ni –cada una puede hacer su personal retrospectiva– de las veces en que no supimos reconocer y validar (no es más que un piquito, diría Rubiales) sin morirnos de vergüenza la gravedad de “eso” que nos pasó. Estallan estas minas mientras leemos que Estados Unidos, Rusia o Argentina limitan desde sus administraciones el uso de palabras como “feminismo”, “no binario” o “inmigrante” en lo que denominan “la purga de lo woke”, y mientras Vox triplica su apoyo entre las mujeres. Sucede que me canso hasta de ser humana.
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