La ciudad y los días
Carlos Colón
Suspiros de Sánchez
Hemos asistido el pasado lunes al estreno de la quinta versión de referencia de Suspiros de España, la obra que hizo inmortal al maestro marteño Antonio Álvarez Alonso. La compuso en 1901, dicen que en una hora, como una apuesta con sus amigos, en la mesa del café de Cartagena en el que actuaba como pianista junto a su sexteto. Dicen también que el título se le ocurrió viendo unos dulces llamados suspiros en el escaparate de la confitería España que estaba frente al café. Inmediatamente fue adaptada para piano, sexteto, orquesta y, en lo que sería su primera versión más famosa, para banda.
En 1925 –segunda versión– la cantó por primera vez y la grabó la grandísima Conchita Supervía, con letra de Antonio Álvarez Cantos, sobrino del compositor. En 1927 –tercera versión– el maestro Penella la integró en su copla En tierra extraña que compuso para Concha Piquer. Penella era un admirador incondicional de Suspiros de España, del que dijo: “Ningún otro pasodoble puede compararse a aquel, tan español, tan inspirado, tan perfecto y tan original”. La inclusión del pasodoble en su copla era, pues, un homenaje a la vez que un gran recurso dramático: “Un pasodoble se oyó, que nos hizo suspirar. Cesó la alegría, las bocas callaban, ya nadie reía, ya todos lloraban”. La cuarta versión de referencia, la más famosa, fue la que cantó en 1938 Estrellita Castro en la película de Benito Perojo Suspiros de España. En aquellas dramáticas circunstancias parecía anticipar la nostalgia de los exiliados.
¿Y la quinta versión? Fue el suspiro de Pedro Pucheritos Sánchez cuando la malvada prensa le preguntó, no por los éxitos de los que había presumido, ni por el caramelito del abono único de transporte, sino por si planeaba hacer “algo nuevo” ante los escándalos de corrupción y baboseo. “¿Algo nuevo? Estamos siempre con el ‘algo nuevo’. ¿Qué hacemos? ¿Bostezamos cuando decimos lo del abono único del transporte, cuando se sube el sueldo a los funcionarios un 11% hasta el año 2028? [imita un bostezo] Qué aburrido...” dijo, regañándoles por no saber “donde está la sustancia de las cosas”. El hombre se sentía en tierra extraña ante la prensa, exiliado de su claqué habitual. Y suspiró. “¡Ay de mí! ¡Pena mortal! ¿Por qué me alejan, España, de ti? ¿Por qué me arrancan de mi rosal?”.
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