Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Qué bostezo
Tras el verano de 1990 todos los niños querían ser como Induráin. Y por supuesto como Butragueño, Míchel y Zubizarreta. O como Hulk Hogan. Yo quería ser como Espartaco.
A Miguel Induráin todo el mundo lo vio eclosionar como ciclista a la sombra de Perico Delgado en el Tour de Francia, un año antes de romper definitivamente y comenzar a fraguar su leyenda ciclista.
A Butragueño, Míchel, Zubizarreta y todos aquellos futbolistas los vimos chutando el balón Etrusco en el mundial de Italia. Llevando la bandera de España en las medias negras.
Los sábados por la mañana veíamos al forzudo Hulk Hogan repartir japuanas a diestro y siniestro en el cuadrilatero, enganchándonos al Pressing Catch a nuestra corta edad, haciendo que en las tiendas de juguetes nuestros ojos se nos fueran tras de aquellos muñecos de los personajes de la lucha libre.
Y Espartaco seguía instalado en al cima del toreo, liderando el escalafón, aquella temporada en la que abrió su quinta Puerta del Príncipe en Sevilla.
Todo aquello lo vimos y lo vivimos a través de la televisión de inicios de la década de los noventa, cuando las privadas comenzaban a irrumpir y también la autonómica de Canal Sur, que ya llevaba algo de recorrido, se sumaban a los dos canales de la televisión en España.
Por entonces los toros formaban parte de la programación habitual, retransmitiendo en abierto y sin complejos para toda España y para todos los públicos. Por eso en los patios de los colegios y en la calle los niños jugaban toreándose entre ellos.
Precisamente, y así fue durante muchísimo tiempo, las retransmisiones taurinas desde la plaza de toros de Jaén constituían apenas las únicas opciones para mostrar Jaén a tiempo real a través de la televisión. A toda España, como sucedió con la corrida goyesca del año 77 emitida en blanco o negro, o a todo el mundo, tal y cómo ocurrió mucho antes con la celebérrima “Corrida del Siglo” del año 71 que hizo que en el Madison Square Garden de Nueva York se viera cómo era Jaén.
Salvo alguna puntual y rara excepción, ni el deporte ni otras cosas hacían que Jaén se viera en la televisión como si conseguían las retransmisiones taurinas desde el Coso de La Alameda cada cierto tiempo.
Y cuando eso sucedía, todo Jaén estaba pendiente del televisor para ver cómo se nos veía desde fuera a nosotros mismos y el revuelo de las unidades móviles y toda la parafernalia televisiva era un reclamo aquel día en nuestra ciudad.
Cuando Canal Sur Televisión volvió a retransmitir una corrida desde la Maestranza para ofrecer un cartelazo. Al día siguiente los datos de audiencia hablaron por sí solos, al reunir a más de un millón de espectadores en abierto viendo una corrida de toros.
Seguramente, tras ello, de nuevo se volverá a ver a los niños jugando al toro en los patios de los colegios. Soñando con ser Morante e intentar emular aquello que vieron por la tele.
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