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Pensaba dilucidar hoy sobre el precio del aceite, mira tú, pero después de la avalancha de celebraciones con motivo del 8-M, aprovechando que el Guadalquivir pasa por Mengíbar, me veo en la obligación moral de plantear un giro de guión. Por alusiones. Vamos a dejar de usar el nombre de mujer en vano. Hemos llegado a un punto surrealista y oportunista, que riman con feminista, en el que hay que escuchar que para luchar contra el cambio climático hacen falta “políticas feministas”. Dicho, incluso, por una fémina.
Si es que se te caen los palos del sombrajo con las declaraciones institucionales tan manidas y casi casposas. Que si techos de cristal, que si discriminación positiva, que si empoderamiento… El lenguaje es importante, sí, pero no se soluciona nada repitiendo los mismos clichés. Y, perdónenme, porque yo caeré en otros tantos, seguro. Malas madres “Sin madres no hay futuro. (Laura Fernández @malas madres). No las dejemos solas”. Ser madre es un privilegio único que deberíamos disfrutar sin losas, ni sentimientos de culpa o de abandono. La que quiera disfrutarlo, claro. Pero con la libertad de poder elegir que dan la igualdad de derechos y de oportunidades y para eso falta mucho todavía.
Vivimos en una sociedad en la que se penaliza a la mujer por ser madre. Eso es así, no nos rasguemos las vestiduras. Conozco jefes trogloditas, (calificativo suave), a los que les da un síncope cuando su empleada les anuncia el embarazo. Y se encargan de que, desde ese mismo instante, su día a día laboral sea un calvario. A menudo, suele ser consecuencia de ese sentimiento de inferioridad de quien no tiene formación académica, no solo específica para el cargo, sino la más básica, y se siente amenazado en su poltrona por alguien que sí la tiene. Amenazado por una mujer, vaya por Dios…
Intrusos indocumentados, misóginos en el poder. Una vez escribí que el día que haya indocumentadas intrusas en el poder habremos conseguido la igualdad plena. Creo que falta poco. Aunque, desde luego, ser jefa cuesta mucho más que ser jefe. Para que, después, ganen menos sueldo. No lo digo yo, lo avala cualquier estadística. Aún hoy la mujer tiene que demostrar lo que al hombre se le presupone por el simple hecho de serlo. Como el valor al soldado, ya conocen el dicho. Por eso, la igualdad sólo será fértil si es transversal, desde la escuela infantil hasta el último máster de cualquier universidad. Entendido, simplemente, en el sentido de no distinguir entre hombres y mujeres, ni entre derechas o izquierdas. Como si acaso importara. Para poner un punto y seguido, me quedo con una frase que me recordaron esta semana: “En la mayor parte de la historia, anónimo es sinónimo de mujer”. (Virginia Woolf) Así se escribe la historia.
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