Zangolotinos

13 de septiembre 2025 - 08:00

Polonia está a tres misiles del conflicto armado con Rusia. Estados Unidos a una bala de la guerra civil. Mariló a dos orejas de la puerta grande y libre… Atendiendo a semejantes titulares podemos confirmar que la semana no ha tenido desperdicio, ahora que ya sabemos que dura cuarenta horas de forma indubitada. Y es que nada tranquiliza más que una certeza; de hecho, esa es la principal diferencia entre ser progresista o conservador. El progresista practica la duda a cada instante y, con base en ella, su planteamiento evoluciona. El conservador, en cambio, defiende la costumbre y la convierte en verdad absoluta a perpetuar. Y en ese escenario nos movemos, cada vez con más ardor de estómago y arena en la orina…

Por poner un ejemplo, el disparo con rifle desde la azotea es una tradición muy arraigada en según qué latitudes, creyendo con ello salvaguardar un derecho divino amparado por la Segunda Enmienda. Es decir, un derecho intocable que nace precisamente de haber tocado una Constitución… Paradojas del ser humano porque, cuando se trata de conservar, solo se conserva lo que le interesa a quien lo hace, aunque muera víctima de su propia causa; que un mártir siempre es útil. Y en todos los países se repite el mismo patrón, nunca mejor dicho, porque es precisamente la clase social favorecida la que dicta lo que debe perpetuarse y lo que debe erradicarse para no estropearle la sonrisa ni ensuciarle los zapatos de charol.

Con base en esas señas de identidad patrias a proteger, en los últimos días hemos visto cómo en pro de la libertad se ha negado el genocidio en Gaza, defendido la tauromaquia, criticado la supuesta censura institucional, cavado zanjas simbólicas y no sé cuántas aberraciones más que no hacen sino alimentar a los cuatro descerebrados de turno que luego, si tienen ocasión, se suben a la terraza a contemplar el paisaje desde una mirilla telescópica. Además, ¿de qué sirve condenar la violencia si, pasada la tragedia, vuelve la burra al trigo? Todo es obsesión enfermiza, ganas de gresca, dientes apretados, consignas rumiadas… Por eso cada vez tengo más claro que esta dinámica no la parará nadie si nadie empieza a pararla antes de que nos arrastren al abismo de la locura colectiva; y esa persona, estimada lectora (y algún que otro lector que supongo habrá también), es precisamente usted. Porque si usted espera que alguien ajeno inicie la rebelión en su nombre mal vamos como sociedad y como especie. Y si encima confía en que los poderosos renuncien a su tono siento decirle que usted ya ha perdido la batalla y el respeto y merece que le tuteen por zangolotina.

Concluyendo, porque por mucho que añada a este artículo solo sería circundar mi hartazgo y circuncidar mi opinión, diré que me resulta inconcebible y vomitivo tener que soportar según qué discursos a diario, incluso de personas antaño moderadas y prudentes, porque no termino de entender qué narices pretenden con ello. Ya no se debate; se combate. Ya no se condena; se envenena. Ya no se agrada; se agrede. Nada se hace si no es por contagio. ¿Dónde ha quedado la razón? ¿Dónde el verso suelto? ¿Dónde la resistencia personal e intransferible? Ahora todo es militancia y arrogancia, siguiendo con los malparidos pareados. Porque sí, señoras y señores, el mundo tal y como está resulta ser un auténtico poema...

stats