Prólogo al poemario el Otoño y el verano perdido

José Gómez.

Últimamente, parece ser que el derecho a escribir es sólo exclusivo de aquellos que empezaron a hacerlo en la adolescencia y en pueblos o ciudades en las que todo el mundo se conoce. O eran discípulos directos de los literatos con más solera de la ciudad de turno. Éstos, primeras espadas de las letras, se están comportando como los juristas de rancio abolengo, según los cuales sólo pueden ser jueces y fiscales o abogados los descendientes directos de sus afamadas estirpes. Parece que todo aquel novísimo que nazca con el don de la poesía o de la prosa, si no cumple las condiciones más arriba mencionadas, no puede acceder a este bendito mundo de las letras. Está incapacitado para publicar, para poder llevar a cabo la ilusión que tiene de ver un libro de poemas o de narrativa en las librerías de su ciudad. Sin embargo, la cruzada literaria no se queda en esta minucia, también entra en juego el tipo de escritura, en este caso la poesía que has hecho. Es cierto, como dijo un célebre poeta de mi tierra que la poesía si es poesía se identifica con celeridad. Hasta aquí, estamos de acuerdo.

El problema viene cuando estos escuderos dicen que la poesía, para ser buena o ser poesía, tiene que desechar los sentimientos. ¿Qué es, pues, poesía para ellos? La verdad es que todo este debate, a veces, produce cierta tristeza. Mas sigamos escribiendo los nuevos, si con ello seguimos aprendiendo y combatiendo, con la pluma, a los viejos y sabios. Siempre desde la amistad y el respeto. Siempre desde la admiración. Siempre desde la humildad, pero nunca escondidos en la penumbra de nuestro miedo.

José Gómez Garrido, poeta novísimo, tiene el don, tiene una voz poética que ha ido desarrollando a lo largo de toda su vida, primero como poeta (de ello dan fe las libretas que, todavía, guarda, como oro en paño, cuadernos realizados en su despierta adolescencia) y después como compositor de música indie escribiendo las letras de sus canciones, para volver, ahora, al lugar mágico de la poesía. En él, se mezclan la poesía con la música, con la precisión de la matemática, dando lugar al poema bien construido. Cumpliendo una de las reglas básicas de todo poema, su sonoridad, la utilización de palabras que conforman la música del poema, de modo que, para alcanzar el ritmo, no se atiende sólo a la métrica clásica.

La poesía de nuestro autor denota melancolía, como todo buen poeta, pero sin caer en el patetismo ni en la derrota. Al final, siempre encuentra el sustento vital, la flor que regar para poder seguir agarrándose a la vida, pues ésta no deja de ser una aventura que merece la pena vivir. Nuestro poeta es consciente del tiempo en el que vive, sabe que las circunstancias que le ha tocado vivir no son las deseables, sin embargo, utiliza su voz como arma de destrucción de todo lo impuro que hay en el ser humano, apremiándolo a cambiar de comportamiento. Es digna de mención la habilidad con las que crea los haikus, con un mensaje profundo y directo, quizá, seguramente, se deba a su otro oficio, el de periodista comprometido con la justicia social.

“Otoño y el verano perdido” es un poemario innovador que rompe con lo que se está publicando actualmente. Es una recopilación de poemas escritos entre la primavera y el otoño del año pasado, época en la que nuestro autor y su compañera de vida tuvieron que superar una época de duelo que, finalmente, derivó en estos poemas tan especiales, pues como he dicho antes confluyen tres voces: la poética, la musical y la periodística. José Gómez Garrido pasa a formar parte, por derecho propio y ganado, del grupo de los grandes poetas de Jaén. Su exquisita sensibilidad, el dominio de la sintaxis poética, las reglas de la métrica clásica y del verso libre (en este poemario se observa con claridad la combinación de versos de arte menor, fundamentalmente heptasílabos, con versos de arte mayor, utiliza el verso endecasílabo de forma magistral) lo convierten en un autor que, a partir de ahora, habrá que tener en cuenta. Sin embargo, no sólo de lo formal se vive, el contenido de los poemas es sencillamente superlativo: hay belleza, hay fraternidad.

En la poesía de José Gómez Garrido hay duda, hay indecisión, hay valores, hay miedo, hay soledad, hay amor, hay esperanza… En definitiva, en la poesía de nuestro autor convergen todas las circunstancias para que podamos definir su obra como auténtica poesía. Al final, el poeta encuentra, partiendo desde la oscuridad, el universo de vida que es la luz. Con todo lo anterior, vaya todo mi reconocimiento y admiración para un gran poeta.

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