El custodio de los secretos de Santana Motor: "Lo que hicieron con el cierre fue una barbaridad"

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La fábrica de todoterrenos llegó a ser la más importante de España con hasta 4.000 trabajadores y exportó vehículos a todo el mundo

El recuerdo de Santana Motor en Linares, en imágenes

Juan Navarro en la línea de producción en Santana Motor.

El sonido de la cadena de fabricación inconfundible era frenético en el interior de las gigantescas naves, desde el motor, hasta la producción del chapado, puertas, asientos, pintura y pruebas, que gracias a los miles de trabajadores coordinados terminaban en un perfecto ensamblaje para dar lugar a uno de los vehículos más resistentes del mercado.

Linares fue el epicentro de la fabricación de todoterrenos de España y de gran calado a nivel mundial con Santana Motor. Suzuki, los últimos modelos, como el Santana Aníbal y el mítico Land Rover, cuyo uno de los modelos fue blindado y usado como papamóvil para Juan Pablo II, viajaron hasta buena parte de los países de América, de Europa, algunos de África, Japón y Australia, y por supuesto, sirvieron al Ejército español.

Todo esto se convirtió en historia porque en 2011 cerró tras 55 años de actividad (1956). Sin embargo, el linarense Juan Navarro ha rescatado su memoria para despertarla del olvido con el libro ‘De metalúrgica a la leyenda. La historia de Santana Motor’, que cuenta con 428 páginas y se presentará el 31 de octubre en El Pósito a las 19:15 horas.

El recuerdo de Santan Motor, en imágenes / Cedidas

La publicación está respaldada por la Fundación Caja Rural de Jaén y recoge documentos y fotografías. "Lo escribí porque necesitaba continuar el legado, tenía que poner en valor lo que significaba Santana para Linares, fue todo. Primero conseguí que se hiciera un monumento al Land Rover de Santana, una exposición y mi siguiente objetivo es poder abrir un museo o un espacio recreativo porque mucha gente joven no sabe lo que significó", cuenta Navarro a Jaén Hoy.

Pocos como él conocen lo que fue cada rincón de la factoría y sienten el cariño por lo que fue el motor económico de miles de familias de Linares y otros pueblos próximos. En sus cajones custodia documentación, facturas, imágenes y recuerdos de Santana desde los primeros años. Navarro entró en el año 1976, cuando tenía 19 años.

Un sueño y un examen para entrar

"En mi casa se necesitaba ayuda y yo trabajaba en un taller muy importante de Linares. Tenía conocimientos, pero tenía más objetivos, primero sacarme el carnet de conducir y luego entrar en Santana Motor. Entonces me acuerdo que eché la solicitud, me llamaron y tuve que hacer una prueba, al final conseguí entrar en un puesto de la cadena de montaje, pasando por más cargos hasta que terminé de jefe de la línea de montaje, comprobaba los vehículos que estuvieran bien para darles el ok", explica con añoranza Navarro. Esa fue su etapa favorita, la última. Juan llegaba siempre una hora antes con la nave vacía y comprobaba que todo estuviera preparado, veía como llegaban los empleados para poner a fabricar los todoterrenos que viajarían por todo el mundo.

"Mi primer día fue uno de los más felices de mi vida, lo recuerdo con mucha ilusión, aunque yo me jubilara y Santana Motor cerrara yo mantengo esa pasión porque me encanta. Esta pasión viene desde pequeñito, siempre me han contado una historia y es que cuando me iba a bautizar mi padre, que era camionero, me llevó a la iglesia en camión y sin querer le di a un botón y lo puse en marcha", cuenta.

Metalúrgica de Santa Ana, S.A., fue la semilla de lo que sería Santana Motor. Al principio solo fabricaba maquinaria de labranza, pero pronto aquel proyecto se transformó en una auténtica fábrica de 4x4. El gran salto llegó en 1961, cuando un acuerdo con la británica Land Rover. Los ingenieros de Linares introdujeron mejoras que en Inglaterra aún no existían en esos vehículos, como las cinco velocidades o los frenos de disco. En su apogeo, más de 3.500 trabajadores daban vida a la factoría, que era algo más que una fábrica, era el corazón económico de toda una comarca. "En el año 60 Santana les ofreció vivienda a sus trabajadores e incluso se les aportó un préstamo para que pudieran amueblar las viviendas. Entonces así es como trabajaba la fábrica con sus trabajadores", relata Navarro.

El declive con Aníbal para el ejército

En los años 80, la relación con Land Rover tocaba a su fin, pero un nuevo socio entraba en escena Suzuki. La alianza japonesa trajo un soplo de aire fresco. El Suzuki Samurai se convirtió en el todoterreno ligero más vendido en España, y el Vitara. El romance con Suzuki acabó en 2009, y entonces la Junta de Andalucía asumió el timón. Fue el tiempo de jugárselo todo a una carta: el Santana Aníbal (PS-10). Era robusto, cuadrado y diseñado para aguantarlo todo, se convirtió en vehículo oficial del Ejército español y en símbolo de resistencia de una fábrica que se negaba a morir. El propio Navarro recuerda las visitas de los generales para probar los 4x4. "Íbamos a probarlos fuera en el propio terreno, una de las veces me subí por una pared vertical y se quedaron alucinando. No tenían ni idea de lo que aquello aguantaba. Me dijo de broma que si llegaba a tener el revólver lo hubiera sacado", cuenta entre risas.

Pero el mercado no acompañó, y otros proyectos como los Santana 300/350 nunca lograron despegar. De todos los modelos que salieron por Santana, Navarro no ha podido evitar guardar un recuerdo de cada uno de ellos y atesora una colección en miniatura. Algunos fabricados incluso con impresora 3D.

El recuerdo de Santan Motor, en imágenes / Cedidas

Pero Santana no solo fue historia de metal y gasolina, también lo fue de lucha obrera. Desde los años 80 se sucedieron huelgas y protestas que marcaron a toda una generación de linarenses. La plantilla defendió con uñas y dientes su futuro, consciente de que cada coche que salía de las naves era también pan para miles de familias.

El 2011 fue el año más triste para Navarro y muchos trabajadores que resistían, la última unidad del Aníbal salió de la línea de montaje y con ella se cerraba un capítulo de 55 años. Más de 270 empleados fueron despedidos en el último expediente, pero el impacto fue mucho mayor, otros tantos puestos indirectos y el golpe moral para una ciudad que se había renacido después del cierre de la mina y que volvía a dar portazo a las esperanzas de ser una ciudad industrial.

“Lo peor que le pudo pasar fue que interviniera la Junta. Si hubieran continuado los japoneses, ahora mismo estaría funcionando”. “Para Linares era todo, la ciudad pasó de tener minas a cerrarlas, el auge de Santana Motor y cerrar de nuevo la fábrica. Porque no era solo montar el coche, se realizaba la fabricación de todas las piezas. Lo que ocurrió con el cierre fue una barbaridad”

Una esperanza en el futuro

Ahora, ese sueño vuelve a despegar gracias a la revitalización de lo que quedó del Parque Empresarial Santana. La llegada de varios proyectos impulsados por empresas nacionales e internacionales pretende devolverle el peso industrial que tenía. Entre las compañías que ya han apostado por la ciudad figuran Escribano, FMG, la actual Santana Motor y las chinas ZZ Nissan, Coronet o Desay, con la previsión de generar alrededor de 750 puestos de trabajo.

Entre las iniciativas más destacadas, el último anuncio ha llegado a través de una alianza entre dos grupos automovilísticos chinos, Zhengzhou Nissan y Anhui Coronet, y los actuales propietarios de Santana Motor. El objetivo es devolver la fabricación de todoterrenos a la histórica planta de Linares, 14 años después de su cierre definitivo. El proyecto contempla una inversión de cinco millones de euros y la creación de hasta 200 empleos, 150 en producción y 50 de carácter administrativo.

"Tengo esperanza y creo que va a ser muy bueno para Linares, pero será muy complicado que llegue a tener el alcance que tuvo Santana Motor hace décadas", expresa Navarro, quien se esfuerza cada día por conservar el legado de lo que la vida de miles de linarenses, jiennenses y sus familias.

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