Los aficionados de las ondas que conectan Jaén con el mundo y lo salvan en momentos críticos

La Unión de Radioaficionados de Jaén empezó su actividad en torno a los años 70 y a día de hoy, sus socios lo mantienen vivo y son imprescindibles en situaciones como los apagones

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Unión de Radioaficionados de Jaén en dos generaciones.
Unión de Radioaficionados de Jaén en dos generaciones.

Mientras la tecnología avanza hacia lo intangible y la sociedad depende cada vez más de redes invisibles de datos, aún existe un reducto donde la comunicación se sostiene en la física pura, antenas, frecuencias y voces que cruzan el aire. Ese reducto tiene en Jaén a un grupo especialmente activo, la Unión de Radioaficionados de Jaén, que empezó su actividad en torno a los 70 y cuyos integrantes han demostrado que en pleno siglo XXI siguen siendo indispensables. Lo demostraron durante el reciente apagón que paralizó las telecomunicaciones de la provincia, pero lo reafirman cada semana, cada mes, en una actividad que mezcla divulgación, pasión técnica y servicio público.

Las últimas semanas han sido intensas para los operadores jiennenses. Aprovechando la conmemoración del 1200 aniversario de la capitalidad de Jaén, la Asociación ha organizado diversas activaciones desde monumentos emblemáticos como los Baños Árabes, la Catedral, el Castillo de Santa Catalina, el Monumento a las Batallas o el Palacio del Condestable Iranzo. Aunque puede parecer un juego técnico, es mucho más, es una manera de proyectar Jaén al mundo y divulgar su patrimonio

Fernando Martínez, vicepresidente de la Unión, y una de las voces más constantes en estas jornadas reconoce la acogida masiva: “En una mañana hicimos 416 contactos. En otra, 293, y eso que tuvimos que irnos por la lluvia”. Pero el fenómeno va mucho más allá de las cifras locales. Gracias a la publicación del diploma en QRZ.com, la afición internacional ha respondido con entusiasmo. “Hemos tenido casi 8.000 visitas, de Estados Unidos, Japón, de todos lados”, cuenta Fernando, que sigue asombrado por el eco global que ha tenido la iniciativa.

Conexión desde los Baños Árabes.
Conexión desde los Baños Árabes.

Un lenguaje que une a quienes no se conocen

La radioafición tiene reglas propias, un idioma técnico que se aprende escuchando, practicando y también equivocándose. Los códigos Q, el alfabeto ICAO y las abreviaturas. Cada operador va adquiriendo fluidez a medida que va haciendo contactos, y, como admite Fernando, al final las voces se vuelven reconocibles: “Tú le das paso y con dos palabras ya sabes quién es. Igual que cuando escuchas una voz conocida en la televisión, aquí también se te queda el timbre, la forma de decir las letras”.

Ese código, aparentemente frío y estructurado, termina construyendo vínculos inesperados: operadores de Portugal, Francia o Italia saludan a los jiennenses como si fueran viejos amigos. Para Fernando, la radio no fue solo un pasatiempo, fue un camino. “Mi afición me llevó a mi trabajo”, reconoce. Aprobó su examen radioaficionado en los años 70 y desde entonces la radio ha sido parte inseparable de su vida profesional y personal.

Tiene registrados más de 30.000 contactos y ha comunicado con países de todos los continentes, incluidos enclaves tan especiales como estaciones científicas en la Antártida o embarcaciones en alta mar. “Tendré unos 180 países distintos… y eso que yo no soy de los que más salen. Los que se jubilan son los que más actividad tienen: 60.000, 80.000 contactos”, explica entre risas.

Pero lo que más le enorgullece no son los números, sino la transmisión generacional. Como aquel joven de Mengíbar que, recién obtenida su licencia, llegó a su primera activación con vergüenza y salió con una sonrisa imposible de borrar. “Al principio se equivocaba, estaba nervioso y media hora después iba solo. Cuando acabamos, estaba feliz perdido”, expresa Fernando.

Otra persona que conocer el significado el profundo significado de “comunicar” a través de la radio, ese es José Antonio Moreno, presidente de la Unión, cuya vida está unida a esta afición desde antes incluso de saber qué era una emisora. Moreno recuerda que se incorporó a la Unión de Radioaficionados de Jaén en 2005, coincidiendo con su mudanza desde Linares, aunque su vínculo con el colectivo es mucho más antiguo. “Soy socio desde el año 82 o 83”, rememora. Creció en un hogar donde la radioafición no era una rareza, sino una presencia cotidiana. Su padre también era radioaficionado, y los recuerdos de aquella infancia explican muchas cosas.

Con una sonrisa que casi se puede oír a través del teléfono, narra la escena que marcó su pasión: “Mi padre tenía un aparato en la cochera y yo jugaba diciendo que eran los mandos de una nave espacial”. Años más tarde, cuando preguntó qué era aquel dispositivo, su padre le explicó que era una emisora que él mismo había construido. Aquello despertó la curiosidad del niño y, sin saberlo, también reavivó la afición del padre. “Yo me despertaba los domingos con la emisora sonando en el cuarto de al lado. Era algo tan natural como respirar”, expresa José Antonio. A esa convivencia se sumó la iniciación oficial en el mundo de la radio. “Obtuve mi primera licencia con 14 o 15 años, que era la edad mínima. Estamos hablando del año 82, pero yo ya llevaba tiempo enganchado”, cuenta.

En el extremo derecho José Antonio en el radio club de Jaén.
En el extremo derecho José Antonio en el radio club de Jaén.

El día en que la radio sostuvo a toda una provincia

La verdadera dimensión del trabajo de los radioaficionados quedó al descubierto durante el apagón que afectó a toda la provincia. Sin telefonía móvil, sin internet y la red eléctrica inestable, muchas instituciones quedaron incomunicadas. La Subdelegación del Gobierno, los ayuntamientos, los servicios sanitarios y de seguridad se vieron momentáneamente aislados, salvo por la radio y los radioaficionados.

Había alcaldes que no podían contactar con la Subdelegación; personas dependientes que usaban oxígeno cuyo concentrador había dejado de funcionar por la caída de la tensión, servicios municipales sin forma de coordinarse y líneas saturadas o muertas. En medio de esa escena casi distópica, la REMER, la Red Radio de Emergencia de Protección Civil, se activó, y con ella, los operadores voluntarios. “Se llamó a un radioaficionado y se le pidió que acudiera al Ayuntamiento. Se colocó al lado del alcalde con su walkie y pudo hablar con el subdelegado. Así de simple. Así de crucial”, cuenta Ferando

Otro episodio fue aún más delicado: “Coordinamos, a través de la radioafición, la entrega de bombonas de oxígeno a domicilios donde el concentrador se había apagado. Ahí Guardia Civil y Policía Local actuaron guiados por nuestras comunicaciones”. Fernando pasó toda la noche enlazando con distintos puntos, dando cobertura y organizando relevos. “Todos los que podían colaborar se unieron. Preguntaban: ‘¿Qué necesitáis?’ Y los mandábamos a distintos puntos de la provincia", cuenta.

Los operadores no actuaron como simples aficionados, sino como una red de comunicaciones alternativa, sólida y autosuficiente. En ausencia de internet o línea de telefonía, la radio se mantuvo de pie. La frase más repetida en su mundo se convirtió en verdad literal: “Cuando todo falla, la radio funciona”.

Mucho antes de este apagón, la radio ya había desempeñado un papel clave en otra crisis anunciada: el famoso efecto 2000. “Nos comimos las uvas en el trabajo”, recuerda Fernando. Cada media hora contactaban con los municipios, comprobando ascensores, redes de luz, policía local, telefonía… esperando un fallo que nunca llegó, pero demostrando que su estructura de comunicaciones estaba lista para cualquier eventualidad.

El hito más grande, la Estación Espacial Internacional

Entre todas las actividades vividas por la Unión de Radioaficionados de Jaén, Moreno no duda ni un segundo al hablar del mayor reto técnico que han superado, establecer contacto directo vía radio con la Estación Espacial Internacional (ISS). El proyecto, desarrollado con el colegio Almadén de Jaén, duró dos años y exigió coordinación con ARISS, la organización que gestiona estos eventos educativos a nivel mundial. Para lograrlo, debieron enviar vídeos, fotografías, documentación técnica y cumplir requisitos estrictos para garantizar que durante ese pase concreto no coincidieran con experimentos o actividades programadas de los astronautas.

El resultado fue histórico. El presidente lo recuerda con emoción genuina: “Para mí fue impresionante, pero lo que más me marcó fue la cara de los niños cuando escucharon a un astronauta hablándoles”. Durante la conversación, los alumnos hicieron preguntas y recibieron respuestas desde en tiempo real.

La Unión de Radioaficionados de Jaén cuenta además con una sede en la Universidad Popular, donde se reúnen semanalmente. Allí tienen una estación montada, imparten talleres, fabrican antenas, enseñan a quienes acaban de obtener su indicativo o simplemente se reúnen para compartir experiencias.

Mercadillo de la Unión de Readioaficionados.
Mercadillo de la Unión de Readioaficionados.

Además, cada año organizan un mercadillo de radio que reúne a aficionados de diferentes provincias. Intercambian equipos, reparan dispositivos, prueban antenas caseras y, sobre todo, ponen cara a quienes normalmente solo son “una voz en la banda”. El compañerismo es una constante. “Haces amigos en la onda”, dice Fernando. Incluso quienes nunca han visto físicamente a la otra persona sienten un vínculo.

Aunque la radioafición se mantiene hubo un periodo de esplendor en los años 80 y 90, cuando la radioafición era, además de un hobby, una herramienta útil para taxistas, camioneros y profesionales que necesitaban comunicarse sin asumir grandes costes. “La licencia de radioaficionado era mucho más económica”, explica José Antonio. Pero la llegada de la telefonía móvil transformó ese panorama. “Ahí se produjo la caída. La gente que la usaba por necesidad profesional desapareció del mapa y las redes sociales también hicieron su daño”, afirma el presidente.

Sin embargo, lo que podría haber sido un declive definitivo se convirtió en una depuración natural. Los que permanecieron eran, en sus palabras, “los genuinos”. Y en los últimos años, la tendencia vuelve a subir. La afición renace, impulsada por curiosos, nostálgicos, técnicos y jóvenes que descubren un universo que no se parece a nada que ya exista en su día a día digital.

Lo que engancha, según Fernando, no es solo la técnica, ni el reto, ni el servicio público. Es algo más sencillo y a la vez profundo. “Ese nerviosillo de que te escucha alguien de muy lejos y piensas: ‘Ostras, me ha oído’”. Ese pequeño chispazo se repite cada vez que una antena improvisada funciona, cada vez que un colega en Italia copia el indicativo de Jaén, o cada vez que un colega novel supera su primera intervención con soltura. En su casa, Fernando tiene una habitación dedicada íntegramente a su estación. Antenas caseras, equipos analógicos, digitales, herramientas, libros y un pequeño laboratorio donde las ondas se convierten en un puente con el mundo.

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