¿Sabías que el décimo Papa de la Iglesia Católica acabó enterrado en la catedral de Jaén?
HISTORIA
Los restos mortales de este Sumo Pontífice descansan hoy en la capilla de San Eufrasio, en el templo catedralicio, como consecuencia de una donación de Pío VI para el obispo jiennense Agustín Rubín de Ceballos
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Ahora que el mundo asiste atentamente al estado de salud del Papa Francisco tras un ingreso prolongado en las últimas semanas en el hospital Gemelli, existen voces agoreras que hablan de la posible celebración de un Cónclave para ocupar la silla de San Pedro. Sea cual sea el resultado que determine el futuro más inmediato de la Iglesia Católica, este proceso viene siendo habitual para los cristianos durante los cerca de 2.000 años de papado.
De los 266 pontífices registrados cabe señalar que solo dos españoles han sido los afortunados de ocupar tal distinción: estos son Calixto III y su sobrino Alejandro VI, una sucesión que se dio entre mediados y finales del siglo XV. Sin embargo, un dato que llama aún más la atención es el hecho de que uno de los primeros Papas acabó, sin pedirlo siquiera, en la capital del Santo Reino. Y es menester subrayar que durante los años en que Pío I ejerció su pontificado en Roma la ciudad de Jaén apenas era un mero esbozo de lo que hoy es. Pero, ¿cómo llegaron entonces sus restos mortales a la catedral jiennense?
La realidad es que este hecho sucedió más de 1.500 años después de su muerte. Por recapitular un poco, San Pío fue el décimo Papa de la Iglesia Católica y acabó martirizado. Entre las acciones más reseñables de su mandato debemos la institución del Domingo de Pascua en el domingo siguiente al primer plenilunio de la primavera. Para entenderlo mejor: la razón por la que la Semana Santa no se celebra en una fecha fija es este mismo motivo.
Una ofrenda sin parangón
Su llegada a Jaén se produce en el marco de la consolidación ornamental del templo de Vandelvira, entrado el siglo XVIII. Elena Arjona, del equipo de Lagarto Tours, contaba esta misma historia a través de las redes sociales y bajo las bóvedas de la propia catedral. Habría que situarse en el año 1793, cuando el Papa Pío VI decide entregar al obispo de entonces, Agustín Rubín de Ceballos, una ofrenda con los restos mortales de su antecesor homónimo.
Este prelado jiennense, que actuó a su vez como Inquisidor General y fue miembro destacable del Consejo de Carlos III, costeó el retablo y la adecuación de la capilla de San Eufrasio, donde hasta hoy permanecen los restos del mencionado santo y mártir. Y como explica el historiador José Antonio Molina Real, Pío I "nunca tuvo ningún tipo de vínculo ni personal ni eclesiástico con nuestra capital provincial" ni estuvo presente en la península ibérica.
Esta excepcionalidad que tan solo se repite en poco menos de una decena de templos repartidos por Europa añade todavía más valor al legado cultural, histórico y patrimonial que atesora la catedral renacentista de Jaén. Así, los primeros pasos del cristianismo en Roma se reúnen con el Santo Rostro de Cristo en un relicario pétreo que no necesita de muchos títulos más para presumir de su valía.
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