Sala de espera
Jesús Vicioso
El día en el que no compré nada
En el casco histórico de Úbeda, una ciudad que respira historia y arte, se alza un edificio que ha sobrevivido al paso del tiempo: la Casa de las Torres. Este lugar, hoy convertido en sede de un instituto dedicado a la enseñanza de Bellas Artes, guarda entre sus muros un relato lleno de pasiones, traiciones y tragedias. La leyenda de los amantes de Úbeda, protagonizada por Ana de Orozco y Don Martín, es una de las más conocidas de la ciudad y sigue fascinando a quienes la escuchan, sea o no por primera vez.
Ana de Orozco, una joven de la nobleza local, destacaba por su extraordinaria belleza. A sus 17 años, su rostro angelical y porte elegante habían despertado envidias y rumores en toda la ciudad. Algunos susurraban que su atractivo era fruto de una maldición, y que cualquier hombre que la desposara estaría condenado a sufrir terribles desgracias. Pese a estas supersticiones, Ana fue prometida en matrimonio a Don Martín, un noble mayor que ella por al menos dos décadas. Rico, poderoso y curtido en mil batallas como caballero de la Orden de Santiago, Don Martín representaba una alianza estratégica para la familia de Ana.
Antes de su matrimonio, Ana había experimentado el amor con un escudero que trabajaba en las cuadras de su familia. Enamorada, creyó ver en él una oportunidad de felicidad. Sin embargo, la realidad era distinta: el escudero no compartía sus sentimientos y solo buscaba aprovecharse de su posición para escalar socialmente. A pesar de las advertencias, Ana continuó creyendo en sus promesas, lo que marcó el inicio de un drama que se desataría tras su boda.
La boda entre Ana y Don Martín fue un evento de gran magnitud al que asistieron los nobles más destacados de la zona. La noche de bodas, la joven recibía una carta de su antiguo amante, el escudero, en la que le declaraba su amor y le pedía joyas para pagar deudas. También insinuaba un plan para casarse en secreto después de que Don Martín partiera a la guerra, algo que consideraba inevitable dada la profesión del noble.
Con esta carta en mano, Ana finalmente comprendió que había sido utilizada. Cuando Don Martín entró en su alcoba, sorprendió a Ana con un gesto inesperado: le entregó un obsequio y, con gran dignidad, le expresó que comprendía que el matrimonio había sido forzado. Le prometió que intentaría ganarse su amor con el tiempo y abandonó la habitación, dejando a Ana llorando de emoción y pesar.
Al día siguiente, un sirviente encontró la carta del escudero y la entregó a Don Martín. Al leerla, el noble sintió una profunda desilusión y decidió renunciar a intentar conquistar a Ana. Preparó su partida hacia el frente de batalla, comunicándole a su esposa que su ausencia sería indefinida. Ana, al enterarse de que su esposo había leído la carta, se sintió devastada por el dolor de haber traicionado al único hombre que la había tratado con verdadero respeto y bondad.
Resuelta a corregir el daño causado, Ana urdió un plan que cambiaría su destino y el de quienes la rodeaban. Escribió al escudero, invitándolo a la Casa de las Torres bajo la promesa de casarse en secreto. Paralelamente, envió una carta a Don Martín en la que confesaba su error y declaraba que su dolor era tan grande que había decidido desaparecer de su vida. En esta última carta, Ana terminó con un simple pero desgarrador “Te quiero”.
La noche acordada, el escudero llegó a la Casa, ahora vacía, ya que Ana había enviado a los sirvientes lejos. Frente a frente, Ana reveló su desdén hacia él y le anunció que había contado toda la verdad a Don Martín. Preso de la furia, el escudero la atacó y acabó con su vida, emparedándola en la propia casa antes de huir.
Don Martín regresó al hogar buscando a su esposa, solo para encontrar la casa vacía y un silencio sepulcral. Su búsqueda lo llevó a hospicios y conventos, sin resultados. Finalmente, capturó al escudero y lo sometió a tortura, intentando arrancarle la verdad. Sin embargo, el asesino murió sin revelar el paradero de Ana.
La trágica historia de Ana y Don Martín dejó un legado fantasmagórico en la Casa de las Torres. Los habitantes de Úbeda afirman que, desde entonces, el espectro de una mujer desdichada recorre sus pasillos y columnas, lamentándose por las decisiones que sellaron su destino. Sus apariciones, dicen, son un recordatorio de la intensidad y el peligro de las pasiones humanas.
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