Las cicatrices del gran seísmo de 1755 que aún se ven en monumentos de Jaén
El terremoto de Lisboa de 1755 dejó grietas y daños en catedrales, conventos y castillos de Jaén que aún hoy pueden verse
Parece Roma, pero está en Jaén: la segunda plaza con más monumentos por metro cuadrado de Europa
No hay terremoto que valga sin sus daños colaterales, y en la provincia de Jaén son numerosos los edificios y monumentos que todavía cuentan con señales inequívocas de las huellas que los seísmos como el terremoto de Lisboa, acaecido el 1 de noviembre de 1755, dejaron en sus estructuras.
A pesar de que Lisboa se encuentra a 450 kilómetros en línea recta de Jaén (unos 650 kilómetros por carretera), el terremoto de la capital lusa afectó gravemente a toda la provincia.
La Catedral de Jaén, del Convento de San Francisco de Baeza o las ruinas de la iglesia de Santa María de Cazorla son tres de los lugares donde más se dejó sentir.
A ellos se suman otros espacios patrimoniales de Jaén menos conocidos, pero igualmente sorprendentes, como el Castillo de Alcaudete o la basílica de Santa María de los Reales Alcázares y la Capilla del Salvador de Úbeda.
La Catedral de Jaén y las consecuencias del terremoto de Lisboa
En la seo jiennense, el terremoto lisboeta causó grietas en las torres, dejando la estabilidad del monumento pendida de un péndulo.
De ahí que, en 1764 comenzaran las obras de la iglesia del Sagrario, un proyecto de Ventura Rodríguez que finalizó en 1801 para dotar de una suerte de “bastón” al sacro edificio.
Consecuencias del terremoto en Baeza
La bóveda de la capilla mayor del Convento de San Francisco quedó comprometida con el agrietamiento de esta zona que funcionaba a modo de techumbre. Como resultado, se tuvo que desmontar para repararla. Sin embargo, nunca terminaron las obras, ya que la invasión de las tropas de Napoleón interrumpió para siempre el proceso.
Además, hay documentación que sostiene que, en la zona conocida como la Puerta de la Luna de la Catedral de Baeza (acceso oficial para visitas turísticas), hubo un derribo de parte del muro.
Otras consecuencias en la Ciudad Patrimonio de la Humanidad pasan por numerosos daños sufridos en la torre del convento de la Merced, así como en el coro de los Trinitarios Descalzos y en una esquina de la iglesia de Nuestra Señora del Alcázar.
Cazorla: una inundación y posibles consecuencias del seísmo
Las ruinas de Santa María, en Cazorla, es el nombre con el que se conoce al que otrora fuera el proyecto de la iglesia de Santa María, en la monumental plaza del mismo nombre.
Uno de los hitos arquitectónicos que supuso el inicio de su construcción, diseñada por el arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira, es que se trata de la única iglesia en el mundo edificada en el lecho de un río, el Cerezuelo.
Aunque se sospecha que el terremoto de Lisboa de 1755 pudo tener consecuencias sobre el templo, lo cierto es que su estado actual corresponde a los daños que supuso otro gran desastre natural: el de la gran tormenta e inundación de 1694, que hicieron imposible su culminación.
Otros monumentos de Jaén afectados por el terremoto portugués
Aunque hasta el momento hablamos de la capital y de la zona norte de la provincia, lo cierto es que el seísmo lisboeta también se dejó sentir en la Sierra Sur. Sin ir más lejos, el Castillo de Alcaudete sufrió destrozos graves que llevaron al abandono de la conservación el edificio.
En Úbeda, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, se registraron caídas de piedras de la basílica de Santa María de los Reales Alcázares y en la Sacra Capilla del Salvador, edificios enclavados en la Plaza Vázquez de Molina, la segunda europea con más monumentos por metro cuadrado, con hasta siete edificios históricos.
A ello se suman otros desperfectos que el movimiento telúrico dejó a su paso, como los del convento de San Juan de Dios o los de la iglesia de San Juan, donde parte de la torre se derrumbó.
Así pues, la próxima vez que visites alguno de estos enclaves históricos y turísticos en la provincia de Jaén, ten presente que, si a día de hoy puedes visitarlos y disfrutar de su conservación, se debe, además de a una suerte de milagro, a todos los esfuerzos que desde entonces se han invertido en su mantenimiento.
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