Antonio Burgos

Antonio Burgos

Llovió el domingo de Ramos, la Estrella no pudo salir, vimos llorar a la gente lágrimas verdaderas, hubo mucha tristeza en el aire. La larga espera hasta la decisión de no salir La Macarena, con la gente en el vilo de la noche, se pudo palpar hasta en el ‘directo’ de Canal Sur TV. Más tarde supimos que tampoco La Esperanza haría su estación de penitencia. Era grande la amenaza de lluvia. Los pantanos se fueron llenando lentamente en la Semana Santa que esperan los andaluces en todos los pueblos y ciudades como lo más íntimo de vivir, lo más bello. La corrida del Domingo de Resurrección pudo celebrarse al final aunque con retraso porque el albero de la Maestranza esta empapado de lluvia, un albero así no hacía practicable la lidia. Morante esperó junto a sus compañeros hasta que el presidente dio luz verde al inicio del festejo tradicional de Sevilla que tantas veces toreó Curro Romero. El tiempo ha venido recomponiéndose y nos ha dado el suspiro de alivio al ver los ríos llenos, las fuentes manando agua clara, los manantiales. Todavía sigue llegando el agua a los pantanos, bendito sea Dios. Y Sevilla llegó a la noche del pescaíto con las ganas de todos los años, y al alumbrado de la Feria, y a la Feria con sus tardes de toros, el sol de Sevilla. Y sus noches de Feria. Sevilla ha emergido de sí misma en estas semanas que día por día han sido las semanas de Antonio Burgos. ¿Cuántos recuadros habría escrito de estos días? ¿Cuántas nuevas estampas habría dibujado con su palabra única, hecha a la medida para amar a su Sevilla desde el Viernes de Dolores hasta la última corrida de la Feria? Han ido los toreros al Baratillo, hubo brindis sorprendentes en la plaza y buenos toros de empinadas ganaderías, grandes faenas y estocadas, orejas, Puerta del Príncipe. Antonio se habría sentado a escribir con los ojos llenos de Sevilla, el corazón rebosante de amor a Sevilla, los recuerdos de su Curro Romero, los cantes de la Alameda. Y todo el arte. Si yo pudiera, aunque sólo fuera hoy, escribir uno de esos artículos que sólo ya podemos leer cerrando los ojos, una de las increíbles taraceas del maestro Burgos, el gran Antonio Burgos, que siempre estuvo al servicio de Sevilla, sentado junto a su madre zapatera y su padre sastre. Estos días sin Antonio fueron días en los que no dejé de pensar en el amigo, el maestro, el gran escritor de Sevilla. Ya habrá un fundido de amor para siempre. El Hijo Predilecto de Andalucía llegó al honor por el amor a Sevilla.

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