Este año la Semana Santa cae en pleno mes de Ramadán. Entre ayunos, vigilias, rezos, medias lunas y lunas llenas, cada cual intenta quemar sus pecados y poner el contador de debilidades a cero. Toda ofensa pasada, todo acto impuro, todo lo malo cometido por una persona tiene su perdón en estas fechas si el arrepentimiento es sincero. Pero esta lógica presenta un pequeño problema, pues mantener la conciencia limpia a cambio de plegarias no garantiza en absoluto la desaparición del daño infligido. Es fácil orar, suspirar y liberarse de la carga, máxime cuando al año siguiente volveremos a tener idéntica oportunidad de ganarnos el cielo sin necesidad de contar con la opinión al respecto de las víctimas de nuestras acciones…

No obstante, este no será un artículo en el que se critique a ninguna confesión religiosa. La libertad humana debe contemplar y proteger también el sentimiento de espiritualidad como una de las principales emociones que nos diferencia del resto de seres vivos. Tampoco criticaré el folklore que rodea a ciertas manifestaciones populares de la misma, ni el innegable esnobismo que se percibe detrás de las columnas de incienso; y mucho menos la opresión culpabilizadora que existe detrás de cada mujer oculta bajo un velo… Solo espero que sea usted quien lo haga, porque todo ello profana el sentido verdadero de la providencia. Ningún Dios quiere a farsantes.

En los próximos días volverán a llenarse las calles; sonarán tambores y cornetas; alguna saeta desgarrará el fresco de la madrugada; los camareros reventarán durante horas; algún globo se le escapará a un niño; lloverá o no lloverá; llorarán pase lo que pase; y, para terminar, las ruedas de los coches chirriarán durante otra semana más, anunciando con ello el inminente verano cual chicharras…

Yo, por mi parte, confieso que me gusta la primavera, pasear y celebrar la vida. También tengo mis creencias: creo en la palabra, en una Palestina libre, en un Israel libre, en un mundo libre. Y si para ello hay que prescindir de las religiones que separan en lugar de unir, creo sinceramente que la humanidad está tardando demasiado en hacerlo. Se puede ser espiritual sin ser religioso; basta con intentar ser buena persona y colaborar para hacer de este un lugar mejor. Esa es la mejor oración posible. Quién sabe si en verdad idealizamos el Cielo porque reconocer nuestra imperfección es una buena excusa para seguir pidiendo perdón; solo por eso ya nos mereceríamos el Infierno.

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