La camarera, el estanquero y la Navidad

22 de diciembre 2025 - 03:08

Una de mis fotografías favoritas, que son las que me cuentan una historia, es Una camarera en un diner tomándose un descanso, Nueva York, 1955 (los diner son los bares americanos de moderna y colorista decoración años 50) de Elliott Erwitt, uno de los maestros de la agencia Magnun, hijo de judíos polacos que huyeron de los progromos primero a Francia y finalmente, en el terrible 1939, a Estados Unidos. Erwitt captó la realidad de la vida cotidiana con esa humana solidaridad propia de la cultura judeo-americana que marca los relatos de Saul Bellow o de Isaac Bashevis Singer.

No hay nadie en el bar. La camarera lo ha aprovechado para descansar sentada en uno de los típicos taburetes altos. Es joven, delgada, guapa y moderna, como indican el corte de pelo y el perfilado de las cejas. Tiene unos hermosos ojos negros, la mirada perdida (pero no triste: nada que ver con la acomodadora de Hooper en Cine en Nueva York, 1939) y se lleva un cigarrillo a los labios. Quizás este detalle hace que me recuerde, en estos días, el Cuento de Navidad de Auggie Wren que otro escritor judeo-americano, Paul Auster, incluyó como cierre de su bellísimo y emocionante relato breve Smoke que él convirtió en el guion de la película de Wayne Wang.

Todo tiene que ver, no solo por la Navidad, también por la fotografía. Porque, modesto cronista de la vida cotidiana en un estanco de Brooklyn, Auggie –en la película Harvey Keitel– fotografió durante 12 años, todos los días desde el mismo ángulo y a la misma hora, la esquina de su tienda, guardando las fotos en 12 álbumes, uno por cada año y todas con su fecha desde de enero a diciembre. El narrador, desconcertado cuando el estanquero se los muestra, va pasando rápidamente las páginas. “Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio”, le dice Auggie. Entonces el alter ego de Auster, también un escritor, se dice: “Tenía razón... Si no miras con detenimiento, nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más lentamente... Y, poco a poco, empecé a reconocer algunos rostros, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie”. Como la camarera ante el de Ellitott Erwitt. Un cuento real de Navidad.

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