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DEVOLVER AL REMITENTE
Uno de los vocablos más buscados por los españoles en Google en la última semana (¡que lejana queda ya la búsqueda en el diccionario!) es estulticia. Una palabra poco común cuyo significado es “necedad o tontería”. Y la razón por la que esta extravagante palabra fue la más buscada en estos días, fue sin duda la filtración de los WhatsApp entre Ábalos y Sánchez. Mensajes en los que el Presidente del Gobierno usaba la expresión “No es maldad, es estulticia” al referirse a su exvicepresidente Pablo Iglesias.
Reconozco que está siendo una sorpresa para mí la demostrada capacidad para la expresión escrita de nuestro presidente del Gobierno. Tras el uso del género epistolar para paralizar 5 días el país cuando empezó a conocerse la trama de corrupción en su propio matrimonio, el uso del rico vocabulario de la lengua castellana en sus mensajes privados con su secretario de organización, ministro, mano derecha y compañero de gira en el Peugeot con el que lograron hacerse con el control del PSOE – el también imputado José Luis Ábalos- ha sido cuanto menos llamativo para muchos compatriotas.
La estulticia es el resultado de la acción de un tonto o un necio. Y de tontos o de necios fue la campaña que desde la televisión pública española a favor de la causa política de un territorio gobernado por una banda terrorista como Hamas en el pasado festival de Eurovisión. Estulticia, por cuanto la delegación española fue advertida del uso político del citado festival y maldad por cuanto convirtieron en imagen de país, la posición política de una minoría de nuestra sociedad. Minoría que quedó reflejada en el masivo apoyo en el voto popular a la participante de Israel, quien por si fuera poco, había sido una de las víctimas de los salvajes atentados palestinos el fatídico 7 de octubre de 2023.
Así, mientras una genial Melody se dejaba la piel en una portentosa exhibición de voz y puesta en escena, digna de uno de los puestos de honor del Festival, nuestros socios europeos castigaban la maldad y la estulticia de la delegación de la televisión pública de nuestro país, teledirigida desde el Gobierno y que pagamos con nuestros impuestos, dejando a la sevillana en el antepenúltimo puesto, destrozando las esperanzas que muchos españoles habían depositado en este Festival y sobre todo, el trabajo, el esfuerzo y el talento de la sevillana que abandonó el certamen hundida.
“No hay nada más peligroso que un tonto con mala leche”. Una expresión popular que se repite mucho en los pueblos. Es cierto que Eurovisión, al fin y al cabo es más que un Festival de Música en el que España no gana desde los tiempos de Franco y que por el camino, hemos tenido representaciones de lo más variopinto que van desde la Barca de Remedios Amaya al extravagante Chikilicuatre. Pero es un buen espejo para observar hasta qué punto, el cinismo y el fanatismo, se han instalado en nuestro Gobierno, capaz de usar cualquier escaparate para su propaganda política sin importar las consecuencias.
Si uno repasa la acción política del Gobierno, se da cuenta de que en política exterior, su alineación con Venezuela, Palestina o China tiene que ver mucho más con su ideología que con el interés de los españoles. Si se trata de crisis como el apagón del pasado 29 de abril, se retuerce el relato, contradiciendo incluso a los mejores expertos que apuntaban al excesivo peso de una energía poco estable como la solar (que fluctúa en función de la luz solar) para cargar contra las centrales nucleares, incluso en un momento en el que todo occidente mira hacia esta energía. Nos enemistamos con Argentina, Estados Unidos aún cuando son socios estratégicos, por mera defensa de la causa. Todo vale por defender la ideología. Acciones dignas de necios. Pura estulticia.
Y mientras el cerco de la corrupción se va estrechando en un Gobierno que está más preocupado por imponer un relato ideológico que de afrontar los desafíos necesarios del país, maniobra por la puerta de atrás para asaltar el poder judicial, colocando a más de un millar de jueces y fiscales por Real Decreto, mientras expulsa a los magistrados de la instrucción judicial y elimina el derecho a la acusación particular, para dejar el derecho a imponer e instruir una causa penal a unos fiscales controlados desde Moncloa, sometiendo la acción de la Justicia a las necesidades del Gobierno.
Una búsqueda a la desesperada de la impunidad total. Destruyendo un pilar básico de la democracia como es la separación de poderes. Dando un paso más hacia el poder omnipresente por encima del pueblo. De mentes retorcidas que operan por maldad. Estulticia y maldad. Los dos grandes rasgos del Gobierno
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