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álvaro García Ortiz ha sido el fiscal perfecto para un presidente de Gobierno que se marcó como prioridad hacerse con el control de las instituciones para alcanzar objetivos que no siempre se alcanzan si se sigue escrupulosamente la ética y la estética del poder. Colocó a quien convenía colocar, decidió lo que convenía a Moncloa que conviniera y no dimitió cuando era obligado dimitir pero a Moncloa no le convenía. Promovió nombramientos y ceses que causaron escándalos entre los profesionales, pero gustaban a Sánchez. Se ganó el apodo de Don Alvarone, no hace falta explicar por qué.
Su punto máximo de descrédito lo alcanzó cuando, en el foco de la UCO como posible filtrador de una información que estaba obligado a mantener secreta, tomó el camino más corto: borrar sus teléfonos móviles para que la UCO no conociera a quién había llamado, cuándo y por qué. Todo esto presuntamente.
Su reacción ante su comparecencia ante el Tribunal Supremo también deja que desear: la abogacía del Estado como defensora –como si no le bastara con los fiscales que ejercían la acusación contra el novio de Ayuso, subordinados suyos–, y empecinamiento en ponerse la toga y sentarse en el estrado, por si alguien olvidaba que era una autoridad. Una altísima autoridad.
Un inocente no teme las preguntas de la acusación, ni intenta desprestigiar el trabajo de un organismo, la UCO, que ha dado muestras sobradas de profesionalidad. No declara que los fiscales que critican su actitud están movidos por la envidia y la animadversión personal, y no le responde a la compañera que le acusa de haber filtrado una información que “eso no importa ahora”. Vaya si importa, importa todo.
Solo respondió a la defensa y a la Fiscalía, con los que preparó preguntas y respuestas. Y antes de llegar al final de su declaración, pronunció una frase como para colocar en un marco: “La verdad no se filtra, la verdad se defiende”. A pesar de la grandilocuencia, puso todas las trabas a su alcance para que no se conociera la verdad. Y, desde luego, a pesar de sus palabras, no prestigió a la Fiscalía …
Respetaremos la sentencia del Supremo, pero la mayoría de los españoles no podemos sentir respeto hacia el actual fiscal general.
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