El golpe blando

28 de mayo 2025 - 08:00

Se venía mascullando desde hace varios meses por parte del Gobierno, cercado por los más pestilentes casos de corrupción, la posibilidad de ejecutar un golpe de guante blanco con el que asaltar el Poder Judicial, en una huida hacia adelante para garantizar su impunidad. Y finalmente, la pasada semana, mientras los españoles asistíamos atónitos a un festival de espectáculos televisivos de portera a caballo entre el numerito eurovisivo y la filtración de los whatsapp entre Ávalos y el presidente del Gobierno, se aprobaba en Consejo de Ministros por Real Decreto la eliminación de la independencia judicial en nuestro país, en una maniobra nunca vista en una democracia occidental.

El ejercicio de huida a la desesperada de la acción judicial del Gobierno es, sin duda, la maniobra más descarada de Sánchez en su cruzada por demoler la democracia española e imponer su autocracia personal. Un atentado directo a uno de sus pilares, el de la separación de poderes, por cuanto supone subrogar la acción judicial a los destinos del Gobierno. Un movimiento que nos acerca peligrosamente a regímenes como el de Cuba, Rusia o Venezuela y nos separa casi definitivamente de los países democráticos de nuestro entorno.

Un golpe definitivo, de similares consecuencias al del 23F o del 1-O catalán, por cuanto supone en la práctica un antes y un después en los derechos civiles de la ciudadanía, que verán cercenada su capacidad de acudir a la justicia cuando consideren que sus derechos han sido lesionados o que hayan sido testigos de un hecho reprobable por parte de alguna administración o cargo público. La reforma de Bolaños, ordenada por Sánchez y dictada más que presumiblemente por los Garzón o Conde Pumpido al servicio y rescate del Gobierno, despoja a los jueces la capacidad de instruir e investigar cuando haya indicios de un delito de corrupción, dejando esa potestad en manos de unos dudosos fiscales nombrados por el Gobierno de turno.

Será pues ahora, un fiscal nombrado a dedo por el Gobierno, quien decidirá si se investiga o no un posible adulterio de la legalidad por parte de sus superiores, teniendo estos además, la capacidad de destituir o nombrar a capricho si algún subordinado se atreve a husmear en sus asuntos, garantizando quedar libres de la incomodidad de ser investigados si existen indicios de haber recibido comisiones por amañar una obra pública, de haber colocado a algún hermano o “sobrina” en un organismo público o de haber permitido que tu cónyuge se pasea por las universidades impartiendo sin titulación alguna, másteres financiados por las empresas que se benefician de rescates millonarios a costa del contribuyente por orden directa del Gobierno.

Y lo más grave es que a este golpe blando, que está perpetrando Sánchez y su banda, se está asistiendo con una alarmante docilidad de la anestesiada sociedad y por una inoperante oposición incapaz de obstaculizar lo más mínimo el asalto al Poder Judicial del Gobierno. Que estemos a las puertas de la demolición de un pilar básico de la democracia, debería obligar al principal líder de la oposición a presentar ipso facto una moción de censura que, al menos, obligue a los socios de Gobierno a señalarse y retratarse si están en el lado de la democracia o en el lado del autócrata. Porque la propia presentación de la moción, al menos pondría sobre la mesa la magnitud del asalto que quiere perpetrar este Gobierno.

Porque una moción de censura es ahora más necesaria que nunca. Incluso sabiendo que, a priori, los números no dan para derrocar al Gobierno. Pero Feijoo puede usar la carta de una moción de censura con un candidato neutral, cuyo único objetivo sea la disolución de las Cortes y la convocatoria electoral. Un presidente interino con un perfil votable para PNV o Puigdemont, del perfil Duran i Lleida, podría hacer dudar mucho las lealtades a un Sánchez al que recordemos, tampoco le daban los números cuando se jugó la carta de la moción de censura en 2018 y accedió al Gobierno.

Pero Feijoo está más ocupado de organizar su Congreso y colocar sus piezas por si suena la flauta y hay elecciones antes de un año, que de intentar detener el golpe y provocar esas elecciones mediante una moción de censura que, tras este asalto y con los últimos casos de corrupción, podría hacer caer al Gobierno. Nadie dice que sea fácil, pero la mera presentación de la moción, obstaculizaría la aprobación de la reforma y sobre todo, subiría el precio del chantaje del independentismo al apoyo a Sánchez. Un precio que tal vez ya no pueda pagar y que haga tambalearse a corto plazo de manera definitiva al Gobierno.

Sánchez ha iniciado su definitivo golpe. Sin tanques, sin pistolas y sin tejeros. Un golpe de guante blanco que le garantice salir impune de sus tejemanejes, negocios y corruptelas varias y perpetuarse en el Gobierno. Un golpe blando. Como blanda es la oposición incapaz de frenar a un Gobierno en minoría que va a hacer saltar por los aires los resortes del Estado de Derecho.

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