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Simultaneamos la berrea con Ibercaza para ir reencontrándonos con las sensaciones que luego tendremos en la nueva temporada que está a punto de arrancar. Por septiembre Ifeja se convertía en un sucedáneo de junta montera. Y aquello gustaba. Además, y no es exageración, esta cita se situaba a la cabeza de las ferias del sector a nivel nacional o incluso más.
Por el motivo que sea, Ibercaza ha menguado tanto que nos acaba generando una sensación agridulce. Y duele tener que decir esto porque es evidente que sacar adelante esta feria requiere un trabajo enorme detrás y si la feria se mantiene es porque se sigue apostando por visibilizar a la caza en Jaén.
Antes de su arranque era palpable en las redes sociales la decepción ante la ausencia de rehalas. Años atrás la sinfonía de ladridos y el tufillo a podenco marcaba parte de la autenticidad de esta feria. Ahora a excepción de algunos expositores comerciales que verdaderamente proceden del sector, junto a otras empresas más o menos afines, esta feria se acerca más a lo gastronómico que a lo cinegético.
Porque francamente, de no ser por la amplia exposición de carneros de las rocosas disecados en el centro del pabellón, lo que se ve no dista mucho de casi lo mismo que encontramos en la Feria de los Pueblos o Tierra Adentro.
Y si antes bajábamos y regresábamos a casa con alguna calzona para montear, una gorra campera o una lámina de escenas de caza, ahora lo único que nos traemos es un queso de la Sierra Sur o unos dulces de una pastelería de Martos. Y eso ya lo tenemos a mano en casi todas las ferias del calendario de Ifeja.
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