Juana González
Perdidos
Si los obispos o el Papa rompen su por lo visto obligatoria neutralidad política para pronunciarse críticamente sobre cuestiones políticas, económicas, sociales o medioambientales en coincidencia con sus postulados, la izquierda aplaude el valor de su denuncia. Muy aplaudido por la progresía fue el papa Francisco cuando definió el cambio climático como “un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas” o denunció a “los poderes económicos que continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad y el medio ambiente”. No rehuyendo el enfrentamiento directo al condenar las políticas sobre inmigración de Trump y exhortar a los católicos a oponerse activamente a ellas. Pero que no se atrevan, no ya a criticar, sino a opinar sobre una cuestión política que les afecte. Porque entonces se invoca esa neutralidad que, por lo visto, solo se puede romper cuando coincide con sus posiciones.
Se acusa a Argüello, como ha hecho Félix Bolaños muy en su estilo rastrero, de que parezca deducirse de sus declaraciones “que preferiría que su interlocutor fuesen fuerzas políticas diferentes (Vox y PP), entendiendo que un Gobierno de la derecha y la extrema derecha, que públicamente defendieron la permanencia de los restos de Francisco Franco en una basílica y no han mostrado el menor interés en las víctimas de abusos, sería más comprensivo hacia las posiciones de su organización”. Rastrero, efectivamente.
Pedro Sánchez ha dicho que “el tiempo en el que los obispos interferían en la política acabó cuando empezó la democracia en este país”. ¿La democracia es una mordaza para la Iglesia y los cristianos? ¿Solo vale esa interferencia en la política cuando se trata de Trump, la inmigración, el cambio climático o el capitalismo depredador? Bien le ha contestado Argüello: “Ante el respeto a la vida y su dignidad, la comprensión y el apoyo a la familia en la vivienda y la educación, la acogida de inmigrantes, el servicio a los pobres, la libertad religiosa y de conciencia y el respeto a las reglas básicas del Estado de Derecho, no soy neutral”. No debe confundirse independencia con neutralidad.
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