NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Ochocientos niños enterrados en el hogar de las Hermanas del Buen Socorro. Dantesco. En la muy católica Irlanda, entre 1925 y 1961, estas monjas dieron sepultura a ochocientas criaturas en los tanques sépticos del edificio. Los cuerpos, desde las treinta y cinco semanas de gestación a los tres años de edad, se unen a la infame lista de más de tres mil almas infantiles que se estima podrían estar sepultadas en las llamadas “parcelas de ángeles” de la congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, también en Irlanda.
Esta noticia, que data de 2014, vuelve a la actualidad al haberse iniciado ahora las excavaciones para recuperar sus restos de cara a darles una sepultura digna. Irlanda, país civilizado como el nuestro, en el que también se cometieron atrocidades pero donde nadie pone el grito en el cielo cuando se trata de aplicar la memoria histórica por respeto a las víctimas. Mucho que aprender de Irlanda, señoras y señores…
Aquella sociedad puritana hasta la náusea, que tan bien retratara Joyce, fue capaz de ocultar y normalizar semejante infierno en la tierra, en una isla sin escapatoria, rodeada por el mar tempestuoso de la fe y el silencio de quien observa con pavor una tormenta como prueba de la ira divina. Madres solteras, repudiadas por sus familias y condenadas de por vida por conducta inmoral, obligadas a abortar (por la gracia de Dios sí se puede) o a entregar a sus hijos a órdenes religiosas que les ofrecieran una vida mejor en el seno de hogares con matrimonios devotos, sin saber que la mitad de los infantes moría en condiciones insalubres entre los muros sagrados de la vergüenza.
Por otro lado, miles de mujeres caídas, como las llamaban aquellas dulces e inocentes monjitas, llegaron a trabajar como esclavas en las “Lavanderías de La Magdalena”, siendo sometidas a abusos y torturas con la complicidad del Estado irlandés que, sabedor de tal situación, seguía otorgando sin embargo lucrativos contratos a estos centros religiosos.
Como suele suceder en todas partes, el crimen institucionalizado suele quedar impune durante décadas, a fin de que la tierra y el olvido sepulten para siempre lo sucedido. Pero los huesos siempre salen a la luz… Como dijo Joyce en su Ulysses: “Never know who will touch you dead” (“Nunca sabes quién te tocará de muerto”). Y esos niños, que esperan abandonados en el limbo, están mirando cara a cara a la sociedad irlandesa desde allí, sonrientes y vestidos con sus mejores galas, clamando justicia y una vida eterna en el otro mundo, ya que en este se la arrebataron antes siquiera de poder disfrutar ni uno solo de sus días. Mientras tanto aquí, en España, también hay miles que nos miran a los ojos desde cunetas y fosas comunes. Hagamos como Irlanda y arreglemos el pasado para un mejor futuro porque el limbo, en el fondo, es mucho peor que el infierno.
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